17.5.08

Vendiendo guerras

La era contemporánea está protagonizada por muchos actores que se roban el show, y uno de ellos es la publicidad, que afecta todas las actividades humanas, a veces más de las que quisiéramos. No solo los hábitos de consumo, sino también la política y la misma forma de pensar son moldeados con diversos fines y por diversos intereses. Siendo la guerra una continuación de la política por otros medios, como diría Von Clausewitz, aquella en manos de la publicidad se convierte en un producto más a vender, y las mismas estrategias que se usan para que creas que el iPod es sexy, que ir a Starbucks te da status, o que una camisa Benetton vale el doble de una similar solo por una etiqueta, son volcadas a vender una guerra, cuando un gobierno (y sobre todo una democracia, sustentada en la percepción del públic) la necesita.

Uno de los principios no escritos de la publicidad es no decir toda la verdad, y el corolario es que si mientes, nadie se da cuenta y vendes bien con la mentira, vas por buen camino. Combinemos eso con otra máxima de común conocimiento: la primera víctima de una guerra es la verdad. Publicidad con Guerra es un cóctel efectivo y mortal y para estar prevenidos de su embriagante y letal licor, es un buen ejercicio recordar como han comenzado las guerras entre países tan lejanos entre sí como EEUU e Irak.

Tenemos frescos los recuerdos de la última invasión a Irak, y los falaces pretextos enarbolados (AlQaeda-ADM) para la guerra más improvisada del s.XXI. Pero ¿recuerdan como fue que EEUU fue conducido a la guerra anterior, en 1990? Resulta que fue una movida más sutil que las burdas excusas de Mister Danger, George W. Bush, pero no por ello menos falaz. La naturaleza de la mentira no cambia por la dimensión de ésta sino por el material de la que está hecha. En este caso, la argamasa es la misma: estrategias publicitarias.




Incubadoras asaltadas en el 90, armas de destrucción masiva y una alianza iraquí-Al Qaeda en el 2003, tienen en común ser pretextos coyunturales de "usar y botar", cuya veracidad ya no importa a los intereses que la esgrimieron, una vez cumplidos los objetivos para los que fueron concebidos. El pretexto queda como un casquillo hueco, cuya bala ya atravesó el blanco, y no importa más que para el museo de la infamia y el juicio de la historia.

El mundo es el reino de la duda, pero si algo es doblemente merecedor de duda son las versiones oficiales que se instauran en tu cabeza contra toda razón, y las que un día tu mismo te sorprendes repitiendo y configurando tu pensamiento. No te sientas mal, te han estudiado a ti, tu generación, tu grupo social, tus hábitos y muchas cosas más, por lo que es probable que aunque estés prevenido contra muchas estratagemas, algunas no las veas venir y te impacten certeramente. Solo aprende, y en la siguiente ocasión dirige tu vista donde no lo hacías antes.

Un consejo: siempre, siempre desconfía de la publicidad, y con más razón si va más allá de decirte qué vestir o con qué lavarte los dientes.

2 comentarios:

Fujur dijo...

Supongo que lo que nos explicas es una razón más que convincente para defender le binomio clave en nuestro días: negocio-guerra. En un mundo donde no caben las conquista se acude a nuevas formas de violencia por las que conseguir recursos a bajo coste y mostrar el poder del imperio del momento... creo que el mundo no se tiene que preocupar por los yanquees... creo que a Roma ya le han llegado sus bárbaros... ;-9

El Sórdido dijo...

"Ojo por ojo, diente por diente". Como es bien sabido, ya la Ley del Talión observaba que, ante un daño o injuria, nuestra respuesta debe ser de la misma dimensión. Más adelante, nuestro querido MAD (Marco Aurelio Denegri) nos hace notar que esa proporción nunca es tal en el ofendido, ya que si te sacan un ojo, pues tú quieres sacarle al sacador los dos (y, si puedes, la dentadura completa). Esa proporción, sabiamente estipulada en ley, era para evitar la desmesura de la cólera que a cualquiera le provoca una afrenta, y es también un atisbo de equidad en la justicia en las antiguas manifestaciones de nuestra civilización (?).

Es precisamente a esa desmesura a la que se dirige esta publicidad engañosa cuando nos venden la rica guerra, ya sea esta interbarrios o intercontinental. Y qué mejor manera de inflamar moralinas y caldear ánimos que invocar una estrategia de viejo cuño: deshumanizar al enemigo y demonificarlo, convirtiéndolo, por su ruin comportamiento, en un ser meritorio de nuestro odio justificado, y haciendo de nuestra causa (o nuestra venganza), una causa justa...

No debería, pero me sorprende que no haya caducado particularmente esta imagen –la del ensañamiento con un ser inocente– como un pretexto para desencadenar una acción de “justicia” de mayor proporción y poder seguir durmiendo tranquilos, y que tenga, además, tan buenos resultados... Porque la venganza no sólo pide justicia, la venganza, bien mirada, es también una suerte de propaganda. Primera noticia para mí lo de los bebés y las incubadoras, pero en esa época, ya en plena “tormenta”, recuerdo que fue de amplia difusión otra perla de la brutalidad del ejército invasor iraquí: mujeres y hombres violados hasta la muerte con botellas y objetos diversos, por supuesto, después de que ya toda la tropa hubiese saciado sus bajos instintos, como se dice en la prensa roja chicha.

A falta de mejor prosa, os dejo esta pastilla del maestro Eco, que ilustra tanto mejor a lo que me refiero:

«Más o menos en la misma época, en la crónica de Raúl Glaber, se habla de asesinatos de niños (pero esta vez por hambre, y probablemente era verdad) y de sacrificios de inocentes abundan las actas de los procesos a las brujas, no tanto en la Edad Media sino más bien en época moderna y hasta por lo menos el siglo XVIII. En fin, la acusación a herejes, judíos, y enemigos en general de comerse a los niños es un lugar común en la historia de la intolerancia racial y religiosa, y desde hace tiempo nadie le presta atención. Los últimos ejemplos se encuentran en la habladuría de que los comunistas se comen a los niños. En Italia, todos creen que es un chiste que Silvio Berlusconi usa para los necios, pero todavía hoy se encuentran en Internet sitios "teo-con" (en el sentido francés del segundo término) donde, partiendo del principio de que en China consideran que la placenta (e incluso la carne de los fetos) tiene capacidades terapéuticas, se sigue sosteniendo que los comunistas chinos se comen a los niños. ¿Es posible? ¿Pero sigue habiendo comunistas en China?».

Por último, la humanidad debiera, quizás, hacerle caso al Chavo del 8 cuando dice: “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.