16.1.10

La oscura edad del imperio pachangoso

Perú, 1995. Pocos imaginaban que "lo actual" en la radio de la segunda década del siglo 21 iban a ser covers de cumbia cantados por orquestas idénticas entre sí, con la misma vestimenta y el mismo pulgar hacia arriba coreografiado para la foto.

Bienvenido al año 2010, Marty McFly. El ritmo del futuro en el Perú no es ni siquiera un mash up de cosas del pasado, sino la recreación fiel de temas y ritmos de hace 30 o 40 años. Está bien que aún no tengamos autos voladores, colonias en Marte o sexys esclavas robot, pero esto es francamente un retroceso.

El imperio de la cumbia y el reguetón se impone en todos los ámbitos de manera machacona y exclusivista, discriminando lo distinto y cobrando víctimas. La desaparición gradual de las escasas estaciones radiales que se atreven a pasar otra música como Zeta Rock & Pop o Telestéreo deja sin alternativas a la audiencia, lista para un lavado cerebral donde, casi como un Kim Il Sung musical, un solo gusto impera. Si no existiera Internet, el resto de géneros (de música actual, porque la del recuerdo siempre tendrá una audiencia cautiva bajo los grilletes de la edad) circularían ahora casi como los libros de Farenheit 451.

La revista Rolling Stone de Argentina ya nos advirtió en un spot del peligroso ataque de las fuerzas del imperio pachangoso.



Advertidos estamos.

15.1.10

Un protectorado para Haití


Haití ya era una ruina antes del terremoto. Pero tras la destruccción de Port au Prince, la ciudad capital que daba la impresión de la existencia de algún ente estatal a duras penas , y una estremecedora cifra preeliminar de cien mil muertos en un país de nueve millones de habitantes (el 1% de la población, sin vida en 1 minuto) ha quedado sepultada cualquier posibilidad para la construcción autónoma de un Estado que cumpliera, aunque sea, estándares mínimos latinoamericanos.

La idea de un nation building en Haití, dejado en las manos de los propios habitantes con algo de ayuda internacional, ha pasado de ser una esperanza cínica a una imposibilidad manifiesta. Es hora de darle la oportunidad a los haitianos de escoger si quieren que una figura supranacional se haga cargo de su territorio por una temporada.

A diferencia del estilo vaquero norteamericano que fuerza la construcción de estados a la medida de sus intereses por medio de una campaña militar en Afganistán o Irak, Haití puede representar una excelente circunstancia para edificar desde la verdadera tabula rasa dejada por el terremoto, palacio presidencial incluído, un modelo de estado nuevo y protegido durante una temporada por un consenso de poderes externos. Y todo, obviamente, previo consentimiento electoral del pueblo de Haití.


El ente a cargo de Haití puede ser la misma OEA, abocada al fin en una verdadera misión que justifique plenamente su existencia. Sería necesario el consenso de gobiernos del continente americano, desde los EEUU hasta Venezuela (es una buena oportunidad para demostrar que no es un imposible político), para una verdadera acción directa y sin conflictos que desmuestre que es posible, sin guerras, con la aprobación plena de la población, y el trabajo conjunto de un organismo multinacional regional, salvar al hermano continental más desgraciado.

La figura legal para la administración política de los territorios ya ha sido usada antes por la ONU, justo después de la II Guerra Mundial, con el Consejo de Administración Fiduiciaria, y podría resucitarse a través de la OEA algo muy parecido y con carácter temporal. Tras un período bajo gobierno externo de 10, 15 o quizá 20 años, una nueva generación de haitianos, los que nacen en estos momentos entre las ruinas, podrían representar una verdadera posibilidad de un Haití política y económicamente autosostenido.

Sé que puede ser difícil, para el estado latinoamericano más antiguo, abandonar los conceptos de independencia y estado-nación, pero las circunstancias haitianas han llegado a tal extremo que el objetivo principal no es la autonomía sino la supervivencia de la población y una esperanza para que ésta no siga, sin necesidad de un terremoto, como el escenario de la mayor miseria del hemisferio occidental y un Estado sin esperanzas.

Con la existencia previa un buen consenso continental y la aprobación del pueblo haitiano, es hora de convertir a Haití temporalmente en un proyecto bajo el manejo directo de los mejores economistas, politólogos, sociólogos y educadores que se puedan convocar.

(la ilustración del encabezado pertenece al agudo Álvaro Portales)