20.8.14

Estado Islámico: Pedro y el Lobo


Medio Oriente albergó la cuna de la civilización y, desde el siglo XX, a muchos de sus más feroces verdugos. Ha sido testigo en menos de 100 años de la masacre al pueblo armenio por los otomanos, las interminables guerras para acomodar al estado de Israel en la región, la masacre de kurdos por Saddam Hussein, la guerra entre Irán e Irak, las 2 invasiones norteamericanas, la guerra civil del Líbano y la más reciente en Siria, que ya ha cobrado 170 mil víctimas. Y para añadir sal a la úlcera sangrante, un movimiento jihadista tan tenaz y organizado como cruel comienza a ganar terreno. Su intolerancia es varias veces superior a la de los ayatolas iraníes y su violencia se gana la reprobación de la misma Al Qaeda: es el Ejército Islámico de Irak y Siria, ahora conocido simplemente como Estado Islámico (EI). Su aparición se asemeja a la historia de Pedro y el Lobo.



PEDRO

Para hablar del EI tenemos que retroceder 11 años. En 2003 los Estados Unidos invaden el Irak de Saddam Hussein con dos pretextos principales: la posesión de armas de destrucción masiva (ADM) y por ser un aliado de Al Qaeda. Como es historia conocida, nunca se encontraron ADM. Algo menos conocido, debido a la guerra informativa, era el hecho que un régimen laico como el de Saddam Hussein estaba en las antípodas ideológicas del fundamentalismo religioso de Al Qaeda. Su régimen era férreo, despótico y no tenía muchos escrúpulos en la represión violenta de su población, pero su predominio mantenía a raya los brotes de integrismo organizado que existían en el territorio. Desintegrar el régimen de Saddam tras la intervención militar norteamericana, junto con la acción de disolver los restos del ejército iraquí, fue peor que patear un avispero. Furiosas enemistades en la región salieron a flote. Y el lobo inexistente que clamaba EEUU en el papel de Pedro, comenzó a asomarse de verdad: la rama de Al Qaeda en Irak, que sería el núcleo fundacional del Estado Islámico.

La idea norteamericana de “nation-building” y de “sembrar la democracia” en Irak para que sirviera de ejemplo exitoso en Medio Oriente fue un fiasco salpicado primero por la resistencia armada en varias zonas del país y también por una guerra civil entre sunitas y chiitas, las dos principales ramas del Islam. Los sunitas eran los perdedores del conflicto de 2003, pues fueron el sector dominante cuando Hussein se encontraba en el poder. La invasión de los norteamericanos y el que dejaran el nuevo gobierno iraquí en manos de los chiitas, sirvió de tierra fértil para aumentar su descontento. Poco a poco, lo que comenzó como Al Qaeda en Irak fue tomando la forma de un movimiento mucho más extremista (así es, más), dotándose de mayor autonomía y finalmente purgando como infieles a los leales a la línea “clásica” de Al Qaeda. De esta manera en el 2010 lo que se conocía como “Al Qaeda en Irak” ahora era el Estado Islámico de Irak.

La paulatina evacuación norteamericana del país mesopotámico fue como la de un elefante retirándose en puntitas de una cristalería apenas embestida.  Durante la etapa final de esta retirada empezó la Primavera Árabe, que comenzó a cambiar el panorama de la región. Su mayor legado no fueron cambios esperanzadores, sino conflictos como el de Libia y Siria. En este último país, la rebelión contra el  autocrático presidente laico Bashar al Assad (del mismo partido político que Saddam) comenzó como un movimiento de clases medias sin tintes especialmente religiosos. Cuando la guerra civil se prolongó, los elementos del Ejército Islámico de Irak vieron una oportunidad de sacar su tajada del caos sirio, donde podían expandirse más fácilmente que en Irak. Con ellos la guerra civil siria se prolongó y su violencia se agudizó. Su participación en Siria se reflejó en su cambio de nombre: ahora eran el Ejército Islámico de Irak y Siria.



EL LOBO

El propósito último del Ejército Islámico, como el de su ente originario Al Qaeda, es resucitar el Califato de los tiempos del Profeta Mahoma en un área tan vasta como el sur de España y Marruecos hasta Pakistán y parte de la India. Pero para entender al EI es necesario no subestimar el delirio, sino sopesarlo: un califato se entiende como un estado teocrático que articula el poder divino con el terrenal mediante la sumisión total al gobernante, el Califa, que no solo representa ambos poderes sino que los hace indistinguibles. El Califato existió en los primeros siglos del nacimiento del Islam y tuvo una extensión similar a la soñada ahora por los grupos fundamentalistas. Para hacerse una idea es el equivalente en la civilización islámica al ya abandonado sueño occidental de la resurrección del Imperio Romano: el retorno a un estado unificador casi global, invencible e idealizado como el epítome del orden y el esplendor. Como todo conjunto de ideas que tiene como objetivo una utopía perfecta e inmaculada, el fin justifica los medios. El Estado Islámico lleva ese principio a nuevas fronteras.



Para lograr reencarnar el estado prístino del lejano Califato (bajo el liderazgo del aún nebuloso Abu Bakr Al-Bagdhadi), han regresado a la vieja práctica hacia los que no quieren convertirse al Islam: o aceptan pagar un impuesto excepcional o les espera la muerte. Debido a esto se han reportado múltiples mutilaciones o ejecuciones de personas de otra confesión, entre las que se encuentran las formas más orientales del cristianismo como el caldeo-asirio, o cultos abrahámicos que habían sobrevivido por milenios como el yazidí, que adoran a un ser angelical con forma de pavo real considerado demoníaco por el fundamentalismo musulmán. Tampoco otras variantes de la fe islámica están a salvo del purismo del EI: los chiítas también han sido ejecutados públicamente, mientras muchas de sus mezquitas y lugares sagrados milenarios han sido volados en pedazos.

El Estado Islámico cuenta con la experiencia militar de muchos de sus miembros y dirigentes veteranos de las guerras en Irak, quienes han enfrentado por años al ejército más sofisticado del mundo. También posee un fervor religioso que además de elevar la moral a tope en sus filas, ha sido muy exitoso en el reclutamiento internacional de voluntarios jihadistas, ansiosos de pelear por el reino de Alá en la Tierra. Y como no solo de fe vive una cruzada, el financiamiento del EI es respaldado por muchas fortunas particulares, principalmente afincadas en Arabia Saudí y Catar, y ahora por una importante zona petrolífera capturada en el norte de Irak y el este de Siria.


El éxito del EI lo ha hecho emerger del pozo donde múltiples grupos armados se han estado enfrentando en la convulsionada Mesopotamia, como el campeón de una competencia donde, en el más sombrío darwinismo, solo el más duro e inmisericorde sobrevive. Su resilencia, impulso fanático, recursos económicos y experiencia la convierten en una fuerza temible y le han permitido apoderarse de un área considerable, a costa de la fracturada Siria y el tembloroso Irak. Incluso algunos analistas hablan de una recomposición de las fronteras arbitrarias trazadas en el espacio árabe por las fuerzas coloniales de Francia y el Reino Unido, tras la Primera Guerra Mundial. Fuera de la prospectiva, los triunfos del EI han despertado las alarmas en el resto de actores de la región y forzado giros de timón: lograron que los Estados Unidos colaboren con sus viejos rivales de Irán (un estado chií); han hecho factible que los kurdos del norte de Irak tengan más autonomía para fortalecerlos como primera línea de defensa ante el EI, a costa de descomponer más lo que queda de Irak; también le ha dado un respiro momentáneo a Bashar Al Assad, el líder de Siria cuya caída era hasta hace menos de un año era el objetivo principal de Washington, algo que ahora solo sería una buena noticia para el Ejército Islámico.

Efectivamente la geopolítica dicta la lógica principal por la que viejos rivales se ven urgidos a cooperar contra este nuevo y pertinaz rival. Pero también hay otro factor relacionado a los terroríficos medios que usa el Estado Islámico para imponerse en la conflagración: una crueldad alimentada del más impenetrable de los celos religiosos que va de la mano de una intolerancia de origen similar. Si bien esto se ha visto a veces en ciertos grupos terroristas en distintos contextos, el giro terrible ha sido la instauración de un estado fundamentado en estas características, algo que solo ha tenido precedentes recientes en la inaccesible Afganistán de los talibanes o en la fugaz Camboya de Pol Pot.


Dentro de todas las perspectivas, el éxito del Estado Islámico en consolidar un estado en Medio Oriente significaría solo malas noticias para un orden mundial actualmente en curso de desestabilización. Por más que otros actores tengan una cuota de responsabilidad, como los Estados Unidos y su intervención en Irak, las potencias europeas que inventaron estados artificiales en el espacio post-otomano o los países árabes de donde provienen mucho de su financiamiento, las acciones del EI exigen una respuesta internacional, conjunta y urgente. Los desplazados por la intolerancia de esta entidad, entre los que están no solo cristianos, yazidíes, sino también musulmanes, representan una crisis humanitaria que desborda una región delicada, ya azotada por la la guerra civil siria y el conflicto israelí-palestino. Si el llamado al Califato universal, sus ambiciosas metas y su actual avance a pesar de hacer frente simultáneamente a norteamericanos, sirios, iraquíes y kurdos asemeja los inicios de uno de esos acontecimientos aluvionales en la historia, representa también una oportunidad para aminorar la rivalidad de antiguos enemigos en el camino de evitar un destino peor para todos ellos.

1.8.14

Palestina e Israel: diez argumentos falaces

En este nuevo y trágico episodio del conflicto en Israel y Palestina, encuentro repetidas veces ciertos argumentos falaces o endebles que es necesario enumerar. Encontrarán una clara mayoría de razonamientos (o eslogans) cuestionados de origen pro-israelí antes que pro-palestino. Eso, porque para comenzar hay que desmentir que:

1. Ambas partes dan igual.
En los dos bandos en conflicto existe un lado ocupante y otro ocupado. El lado ocupante, el israelí, posee una absoluta ventaja militar gracias a la cual goza de una virtual invulnerabilidad a las acciones del bando ocupado, los cohetes lanzados por Hamas en Gaza, y las protestas con piedras de los palestinos en lo que queda de Cisjordania.

Hamas es una agrupación retrógrada y terrorista, pero no representa una amenaza vital a la existencia de Israel. Llegó al poder en Gaza mediante elecciones por el desprestigio de Al Fatah, el partido laico al que Israel no concedió ningún logro significativo a pesar que hace tiempo optaron por la vía pacífica. Al Fatah se desgastó tras la muerte (o asesinato) de su líder Yasser Arafat  y al que se añadieron escándalos de cosecha propia. Así, tras elecciones desfavorables y un conflicto directo con Hamas, quedó excluido del gobierno de Gaza, aunque lo mantiene en Cisjordania.

Israel sí representa una amenaza real a la existencia de Gaza, que está cercada, aislada y es bombardeada cada 2 o 3 años, con un saldo de 1000 a 1500 víctimas por incursión. También representa una amenaza a la existencia de Cisjordania como territorio palestino. Desde allí no se lanza un solo cohete. Tampoco gobierna Hamas. Sin embargo la población palestina cisjordana es víctima del derribo constante de sus casas, la muerte ocasional de sus compatriotas, la destrucción de sus plantaciones y el cerco de sus núcleos poblados en un proceso abierto de conversión a bantustanes o “reducciones”.

Vemos que no es un conflicto donde ambas partes “den igual”

2. Israel solo se está defendiendo.
Aquí se choca con algo básico: el derecho a la defensa es altamente cuestionable cuando quien la esgrime está no solo ocupando sino bloqueando materialmente a una población (no según los árabes sino la ONU). Si eso no bastara, la “agresión” de la cual se defienden es visiblemente inefectiva y la respuesta a ella es brutal y masiva.

En el caso de este último conflicto la situación se agrava, pues la chispa del reciente conflicto fue la muerte de tres jóvenes israelíes de las que se culpó a Hamas. Esta agrupación es conocida por reivindicar cada uno de este tipo de actos, y negó ser responsable. Finalmente se descubrió que no había sido Hamas sino una acción aislada, pero los perros de la guerra ya habían sido desencadenados.

Efectivamente nada es tan simple porque al omitir todo lo anterior, todavía queda la dimensión de Israel como un estado que debe dar respuesta a cohetes primitivos e interceptables. Es una encrucijada difícil, de esas en las que un estado se mete cuando mantiene una población de un millón y medio de vecinos bajo asedio como una gran cárcel al aire libre, después de décadas de maltratos y humillaciones. Pero la respuesta no es un ataque indiscriminado a su población civil.



3. Israel entregó Gaza y entrega “tierras a cambio de paz”.
Se esgrime ciertas veces que Israel “ha entregado tierras a cambio de paz”. Pero la realidad salta a la vista: las “tierras entregadas” han sido invadidas pocos años atrás por la fuerza. Finalmente funciona más como un secuestro a cambio de ciertas ventajas. Funcionó con Egipto, cuya península del Sinaí fue ocupada por Israel hasta asegurarse que jamás volviera a defender activamente al bando palestino y reconociera al estado de Israel. Después de 4 guerras perdidas por los egipcios en esa causa, había poco por lo cual sorprenderse.

Dentro de Gaza,  territorio palestino con un millón y medio de palestinos y ocupada desde 1967, vivían 8 mil colonos israelíes cuya defensa era muy costosa. En el año 2005 el gobierno de Ariel Sharon realizó una “retirada” unilateral que sin embargo mantuvo a Gaza sin control de sus fronteras y con muchos servicios y abastecimientos sometidos a la voluntad del gobierno israelí, lo que sigue dándole un estatus de territorio ocupado según la propia ONU.

Esta retirada opacó además la propuesta de la Liga Árabe de un acuerdo de paz, donde a cambio de dejar existir un Estado Palestino varios estados árabes reconocían el estatus de estado de Israel. Finalmente la “retirada” implicó la posposición de un estado palestino, y el nacimiento de una Gaza cercada y maniatada.




4. Uso de escudos humanos
Las acciones de Hamas desde la densamente poblada Gaza ciertamente ponen en riesgo a la población civil. A pesar que no existe evidencia concreta del uso de escudos humanos, me parece totalmente probable que una agrupación extremista como Hamas los haya usado. En cambio, sí está probado el empleo de Israel  de escudos humanos, usando menores de edad palestinos. Y estamos hablando aquí no de un bando desesperado, acorralado y en desventaja, sino de quienes poseen un escudo interceptor de misiles y están en situación de una virtual invulnerabilidad.

Pero en el caso de asumir que Hamas usa escudos humanos ¿cuál es la finalidad del uso de escudos humanos si al rival igual no le importa el costo y bombardea de igual forma? Siendo crudos, la carne humana es menos efectiva para proteger un blanco que un sistema anti-misiles.  Si se usó esa estrategia alguna vez, hace muchos años que no parece servir de mucho.

El estado israelí además posee la tecnología suficiente para realizar ataques precisos, pero bombardear con esa tecnología niños corriendo por una playa, o refugiados en una escuela bajo el amparo de la ONU convierte esa precisión en una obscenidad.

No debería hacer falta mencionar que la respuesta a una acción terrorista que se camufla entre civiles inocentes no es el asesinato colectivo y sistemático de esos civiles.

5. Cuestionar a Israel es anti-semita / pro-terrorista
Cuestionar y reprobar las acciones de un estado que ocupa territorio ilegalmente, cerca y acosa a su población, y la somete a represalias brutales cada 2 o 3 años no es producto de racismo o discriminación hacia ninguna etnia o religión. La carta del anti-semitismo es una de las mayores falacias esgrimidas al respecto.

Oponerse a la respuesta israelí ni siquiera es anti-sionismo. La mayoría de la población mundial y de los estados no se cuestiona de manera alguna la existencia de Israel como patria hebrea en terrenos donde cuenta con una cuota de tradición histórica. Lo que sí se cuestiona es que en el camino se realice el desalojo, demolición de propiedades, confiscación de tierras y asesinato de miembros de otro pueblo asentado tradicionalmente allí, que es el árabe-palestino.  

Finalmente, oponerse frontalmente a las tácticas del estado israelí de castigo a la población civil con miles de muertes en su enfrentamiento contra la facción terrorista Hamas no es apoyar a Hamas. Al contrario, movimientos como Hamas se benefician de tales acciones brutales, contraponiendo a su retrógrado integrismo islámico el asesinato, por parte de su rival, de miles de víctimas inocentes, una gran parte de ellos niños. Hamas se refuerza con estos acontecimientos, lo que a su vez reforzará una posición más dura desde el lado israelí y acentuará a extremos insospechados la violencia del conflicto. Por eso, la respuesta con bombas hacia la población civil desde el lado que tiene el control y dominio militar de la situación es el peor de todos los caminos posibles, que conduce a un final oscuro e incierto.


6. Palestina nunca existió, así que no hay nada que reclamar.
El estado Palestino efectivamente nunca existió, como tampoco Jordania, Siria o Iraq previamente a la partición colonial del Imperio Otomano tras su derrota ante franceses e ingleses en la Primera Guerra Mundial. Pero sí existió población árabe, y resulta que son las mismas personas con los mismos derechos. Los árabes de Palestina pertenecen a una comunidad mayor que es la nación árabe, pero su partición en múltiples estados los llevó  a enarbolar la bandera de Palestina, como estado representante de los árabes en ese territorio donde viven desde hace 1500 años. Como dato, si consideramos una ocupación previa de una tradición judía, esta data del 1200 a.C. hasta el 66 d.C. un tiempo mucho menor (menos de 1300 años)  y más antiguo. Tampoco es necesario que una población haya formado previamente un Estado para reconocer sus derechos a habitar y gobernar por sí mismos una tierra que les pertenece por siglos.

Estos datos además son secundarios ante el peso actual de una población israelí y palestina actual en estos territorios, ambas intentando forjar un destino mejor para los suyos. Pero esto no puede desembocar en la deslegitimación de existir de uno de los estados, tanto por parte del no reconocimiento (que se mantiene por parte de la Liga Árabe como su herramienta sobreviviente de negociación, ante su irrelevancia militar) como del sabotaje constante por parte de Israel a la existencia de un estado Palestino.



7. Israel no debe existir
Si bien es cierto que Israel nace como un proyecto dentro de la lógica colonial del siglo XIX, donde se podían ocupar territorios ajenos en nombre de las fronteras trazadas a miles de kilómetros de distancia en una mesa europea, la coyuntura a solucionar actualmente no debe retraerse al siglo XIX sino al XXI.

Existe una población emigrada a la zona de origen judío con múltiples orígenes (ruso, norteamericano, alemán, francés, etíope, etc.) que llegó intentando encontrar un refugio de incesantes persecuciones, y finalmente de un intento de exterminio masivo como fue el del Tercer Reich. La idea inicial de la construcción de Israel es un proyecto lleno de logros que causan maravilla, como la instalación de prósperos kibutz y la edificación de un estado donde al fin una población históricamente acosada pueda vivir, teóricamente, en paz.

El problema fue la lógica inicial colonial que trasladó el proyecto de una patria judía a una de las encrucijadas históricas de conflicto mundial, un territorio con demasiada historia y sangre sobrepuesta en capas. Pero esto no es un argumento sólido para negar la existencia de un estado israelí en la zona. La resolución 181 de la ONU en 1947 otorga un estado no solo a la población árabe existente sino a la judía migrante y es algo que debería ser irreversible.



8. Israel debe volver a las fronteras de 1947 / 1967
A estas alturas de la historia, el retroceso de las fronteras de Israel a sus linderos establecidos en 1947 o incluso 1967 es algo irreal y pedirlo ocasiona un entrampamiento en cualquier negociación.  La zona fue testigo en muy corto tiempo de numerosos conflictos donde Israel salió abiertamente triunfante, y eso es una realidad imposible de ignorar.

Cualquier solución para la formación de un estado Palestino no puede desconocer la configuración geopolítica y demográfica actual. Esto no significa que se deban avalar la colonización ilegal de tierras palestinas en Cisjordania o la ya nada solapada política de convertir a Gaza en una zona inhabitable, pero sí reconocer un contexto donde existe una potencia dominante y con clara superioridad que puede quedarse con la mayor parte de la torta. Si se ignora esta realidad se le dará chance a que se quede con toda.

 9 .Israel comete genocidio
La palabra “genocidio” ha sido muy manoseada por diversos intereses a lo largo de muchos enfrentamientos alrededor del orbe desde la Segunda Guerra Mundial. La política de Israel es hostil y sin concesiones significativas hacia los palestinos, también porque una vez  se comienza una ocupación agresiva, las opciones de las que disponen se reducen considerablemente. Sin embargo calificar de genocidio el conflicto actual es poco preciso y desprovee de seriedad a cualquier crítica al accionar israelí.

Los genocidios según la resolución 61 de la ONU se caracterizan por “la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”, sin embargo dentro de Israel existe una significativa población árabe que no está sujeta a una limpieza étnica, (aunque sí a un acoso y pérdida de derechos, donde se pueden ver varios símiles con el apartheid) por lo que el problema no es tan “blanco y negro” sino mucho más complejo en este sentido.

Ciertamente es de interés de Israel que las zonas donde aún no ejercen un control absoluto (Gaza y los bolsones en Cisjordania) queden debilitadas o aisladas, y quizá despobladas, pero más que por un intento de genocidio contra la población árabe, por una extremista visión de seguridad nacional. Pero esta seguridad nunca será completa mientras no permita a  la otra población milenaria contar con un estado propio. El territorio correspondiente a ese estado está ocupado por la fuerza en desafío al derecho internacional.

10. En vez de hablar de Gaza deberíamos hablar de Siria, Ucrania, Sudán …

Es visible que hay conflictos actuales con un número mayor de víctimas, como la guerra civil en Siria, con profundas implicancias geopolíticas como la de Ucrania, con rasgos más extremos como el del califato islámico en parte Irak, o pasadas bajo el radar como Sudán del Sur. ¿Por qué llama la atención el conflicto en Palestina?

Por la antigüedad del mismo problema. Son casi siete décadas de una herida sangrante y cuya solución parece alejarse cada vez más.

Porque la correlación de fuerzas existente podría llevar a un manejo unilateral mucho más prudente. Israel mantiene un control absoluto en el plano militar. Su existencia no está amenazada y sus vecinos árabes no pueden siquiera soñar con una intervención: Egipto está sumido en problemas internos, Jordania no tiene peso, Líbano está destrozado (por conflictos internos y desde 2006 por Israel), Siria se despedaza a sí misma en una guerra con muchas facciones y 170 mil muertos e Irak es una fractura sangrante desde la invasión norteamericana de 2003. Israel además posee un apoyo por parte de EEUU que no posee ningún otro país, con opciones a ponerlo en aprietos o contrariarlo abiertamente, y esto sin mayores consecuencias en la abundante ayuda económica que reciben sus 8 millones de prósperos habitantes.

Finalmente porque Israel debería representar como Estado los altos valores que tantos científicos y filósofos de origen judío han afirmado en su cultura a lo largo de su rica historia. Es cierto que es una coyuntura difícil, que están entrampados después de patear el avispero e intentar acampar donde no deben de manera tozuda, pero en vez de producir un Maimónides o un Salomón que llegue a una solución justa a los dilemas, tenemos demasiados herederos de Ariel Sharon.

La única esperanza visible es que el propio Israel recapacite de lo que está cometiendo en nombre de una seguridad que será imposible de conseguir por esta senda.