28.7.11

#trollanta

No podemos quejarnos. Temas constitucionales de hace tres décadas aún levantan pasiones entre nuestra clase política y en buena parte de la ciudadanía. Cuando Ollanta Humala asume la presidencia invocando el espíritu de la Constitución de 1979 (QEPD 1980-1992) inaugura su mandato con un acto innecesario de trolling, pero ciertamente también logra no dejar que se adormezca la agenda de los temas que deben ocupar nuestra cabeza los próximos 5 años.

En un balance es obvio que la Constitución de 1993 ha servido de un marco legal mucho más útil para el progreso del país que la de 1979, que marcó 12 caóticos años que desprestigiaron la naciente democracia postvelasquista. Y cuando ha sido respetada en mayor medida, como en los últimos años, los resultados han superado en todos los marcadores cualquier otra situación de nuestra época republicana. Sin dudas todavía quedan reformas por hacerle, pero mirar con nostalgia la Constitución de 1979 es solo un ejercicio sentimental que debe limitarse, exagerando, a dejar flores en su lápida. No, nunca, jamás se debe resucitar esa carne ya horadada por los gusanos que lleva bajo tierra 18 años, que pertenece a otra época muy distinta a la actual y cuyo final sirvió de justificación para un período autocrático.

Pero no podemos quejarnos. Vamos a divertirnos un montón con Trollanta como Presidente. Y sin duda vamos a tener muchos debates de fondo los siguientes 5 años. Si la dialéctica que puede generarse en este lustro no se estanca en posiciones maximalistas e inflexibles, se abre una ventana de oportunidad para encontrar ese camino de simultánea inclusión social y desarrollo económico que todos los bandos políticos coinciden en buscar.

Buena suerte, Trollanta.