La palabra escrita puede ser conjuro que abre puertas de otras épocas y de un pulso perdido del que aún oímos palpitaciones lejanas. Por ello quiero hacerles llegar por este blog un brillante texto de Ramiro Leoncio Paredes Santolalla, a propósito de la fiesta patronal de Mollepata, pueblo de mi padre, de su hermano Ramiro y de las generaciones que lo precedieron, ubicado en la cima de una colina de Santiago de Chuco, del cual yo soy apenas sombra pero también retoño.
Lo publico aquí para asegurar su permanencia en un medio más allá del papel, y además para el disfrute de aquellos de ustedes a los que quizá no solo evocará un paraje en particular, sino el horizonte de un pasado que habita en nuestros corazones o en el rico vestigio de la conciencia escondida en raíces nebulosas, presente entre nosotros como un espíritu invisible:
Mollepata, paisaje del alma
Ramiro Leoncio Paredes Santolalla
Recado del corazón para Beto Moreno e Hilda Castro, Mayordomos de las 309 Fiestas Patronales de San Jerónimo.
"Es la luz misma que abrió mis ojos
toda ligera y tibia como en sueño,
sosegada en colores delicados
sobre las formas puras de las cosas
el encanto de aquella tierra llana,
extendida como la mano abierta"
(...)
"Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
Aquel amor primero ¿quién lo vence?
Tu sueño y tu recuerdo ¿quién la olvida,
tierra nativa, más mía, cuanto más lejana?
Luis Cernuda (1902-1963)
Navegando en la cresta de los siglos, llega el recuerdo de hombres y mujeres que ya no existen, ni siquiera sabemos sus nombres, recuerdos que despiertan nuestra memoria y se anidan en el corazón de cada mollepatino. Ellos fundaron nuestra heredad. Aquí trabajaron, amaron y soñaron; amasaron amorosamente la arcilla y la hicieron próspera. Ellos son la ausencia que es tal, físicamente ya no están, hace siglos que partieron, sin embargo su háilto vital vibra y late en cada uno de nosotros.
Desde un horizonte no muy lejano emergen la figura de una bella y fina mujer, Rosa Barreto: también la de su hijo Humberto Moreno y la esposa de éste, Matilde Gálvez. Lódigar e Hildebrando, hijos de ambos, hace tiempo que también se fueron. Y en línea de continuidad desde esta orilla de la vida: Teresa, Floridia, Haydée, Nilo y Justiniano, hermanos de Beto, colaboran en las actividades de la mayordomía.
El rumoroso silencio de las casas abandonadas se eleva y abre la puerta de los recuerdos. Unos vienen de muy lejos y otros más de cerca. Llegan a la memoria añosa, flacos y cansados y dicen "somos la memoria de casas que ya no existen, tú no las has conocido, pero la gente que vivió en ellas, hombres, mujeres y niños fueron alegres y generosos, enérgicos y laboriosos, a veces pendencierons, pero siempre solidarios y libres".
Hoy las casas que vemos, unas techadas y otras en paredones, diríase, están esperando con resignación paciente la llegada de sus hijos que hace años se marcharon.Ellas evocan risas y llantos, alegrías y tristezas, amores tiernos y turbulentos otros, desesperación, huídas y despedidas.
En días tempestuosos corre el viento por las callejuelas grises, y las casas destartaladas rugen largamente. En días soleados su Urande se aquieta y en ellas mora una calma silenciosa. El pueblo parece más inmóvil y el sol brilla en cada teja, en cada piedra y en cada puquial. El silencio es tan grande y tan fino que Mollepata no se atreve a gozarlo por temor a quebrarlo. Por las tardes desciende una dulce tristeza y una nube blanca, que empieza a colorearse, recorre el cielo azul como una araña que rápidamente cambia de formas. Y al llegar la noche, el pueblo y sus barrios se visten de plata, se embrujan.
De repente, el tañido de la campana chiquita rompe el silencio y el bronco sonido de la campana grande contesta. Algunos sones se quedan gimiendo en los labios de las campanas. Tocan a muerto, y una mujer pregunta ¿quién se habrá acostado en la tierra a dormir definitivamente?
Todo el paisaje vestido de luna se cierra en un recinto de silencio.
La noche se torna pesada.
Cuando se va abriendo el día, en el azul desnudo se ven glorias de nubes que trotan alegres en el cielo. El silencio, con el rumor del viento que juguetea entre molles, eucaliptos y pencales y el canto de los pájaros, se vuelve música.
Mollepata, pueblo de greda, bello y recio capricho de la naturaleza, sierra de amaneceres mágicos donde rebrota todos los días un nuevo sol. En los meses de abril y mayo, después de las lluvias, eres una comarca mullida. El aire se satura de un perfume de novia.
La vida en ti, querido y viejo Mollepata, late en cada hoja fresca, en cada bellota tierna, en cada magüey silente y en cada tronco rugoso de los molles. Molle, árbol de virtudes, has crecido libre, puro eres imagen y Urande del mollepatino.
Dice el Eclesiastés: "Que la risa, el habla y el andar del hombre muestran su corazón"
Así es Mollepata, paisaje del Alma.
Así somos los mollepatinos
Trujillo, Setiembre del 2008
4 comentarios:
Me gusto este post, no hay que olvidar de donde son nuestras raices, "solo el que conoce y comprende su historia puede construir el futuro".
Saludos
PD: en Cusco tambien hay un Mollepata, que es muy hermoso tambien.
Sin raíces cualquier viento nos derriba. Me alegra que te haya gustado. Sé que en Cuzco hay otro Mollepata muy hermoso, que me da curiosidad para visitarlo con tiempo y calma, pero antes tengo que volver en la siguiente fiesta de San Jerónimo al pueblo de mi padre para habitarlo unos días y que me enseñe cosas.
Saludos.
Me emocioné, al encontrar esta página que habla de Mollepata.Sus costumbres,su gente... esta presente siempre en mi corazón.Gracias.
mollepta pueblo lindo y de tradiciones, el cariño a la tierra y la nostalgia de los recuerdos hace que cada setiembre podamos regresar, y con orgullo y felicidad llevar a las nuevas generaciones, quienes serán los protagonistas del gozo del mañana en cada una de sus festividades patronales y de sus vivencias tradicionales.....e la memoria de mis abuelo JULIO PAREDES y PEDRO SANCHEZ
saludo pueblo mollejon
luis sanchez
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