El bombardeo sobre Gaza y su posterior invasión por parte del ejército israelí repetirá el efecto conocido en anteriores acciones sobre la población palestina: el arrinconamiento de las voces que aún defienden las salidas negociadas (Al-Fatah) y el fortalecimiento de los extremistas que abogan por una guerra eterna y total contra Israel, estado al que desconocen (Hamas), una opción ciertamiente irracional, imposible y tan mortal como intentar destrozar a cabezazos una pared llena de clavos.
Es iluso creer que la invasión de Gaza llevará a la derrota de Hamas, salvo que se esté considerando cuotas de enorme devastación en una estrecha franja densamente poblada, dejando al final un territorio en ruinas y una población forzada a moverse al exilio, un escenario que no está precisamente fuera de la agenda de Israel.
Cada palestino muerto en este momento es un paso atrás para Al-Fatah y uno más lejos de algún proceso de paz, así como uno adelante para Hamas en la lucha de poder interna. En el supuesto que, a raíz de la situación actual, Hamas adquiera fuerza en Cisjordania como la tiene en Gaza , Israel tendría el pretexto para hacer allí lo mismo. Con la política israelí del gatillo fácil, gana Hamas, pierden los proyectos para la paz del más imaginativo de los negociadores y disminuyen aún más las esperanzas de un Estado Palestino viable: es una estrategia constante, con la que coinciden las principales fuerzas políticas más allá de la coyuntura de elecciones.
Al-Fatah es el gran perdedor de la coyuntura.
La muerte de su líder, Yasser Arafat, en el 2004 fue calificada en aquel entonces por Sharon y Bush como una "oportunidad para la paz": una cruel mentira que los últimos años ha quedado en evidencia.
Mientras Al-Fatah fue el actor fuerte tras el cual cerraban filas la mayoría de los palestinos, Israel intentó destruirlo y debilitarlo por todos los medios posibles, poniendo peros a mútiples iniciativas de paz, como el planteamiento posterior a los Acuerdos de Oslo donde se prohibía el regreso de 3,7 millones de refugiados palestinos a los hogares y aldeas de las cuales fueron expulsados o huyeron en esta larga guerra. Junto con la baza militar y diplomática para debilitar a Al-Fatah, Israel jugó la carta de la disensión interna, financiando y brindando apoyo a los principales rivales de Al-Fatah: Hamas.
En el proceso de negociación entre el gobierno de Ehud Barak y el de Arafat sobre el futuro de Jerusalén, en septiembre del 2000, la provocadora visita del entonces opositor Ariel Sharon a la mezquita de Al-Aqsa en Jersusalén, que tuvo como resultado 8 palestinos muertos, hizo estallar la Segunda Intifada. La represión israelí aprovechó para una política de fuego abierto contra la población civil y la ejecución extrajudicial de líderes del gobierno palestino, mientras que los palestinos de Hamas, Yihad Islámica y las Brigadas de Mártires del Al-Aqsa realizaron sangrientos atentados en lugares públicos.
El problema de la constitución del Estado Palestino adquirió un caracter urgente para solucionar la crisis, con el 11-S cambiaron las prioridades internacionales: se infló el terrorismo yihadista a una dimension artificial de peligro, y se creó una caricatura amenazadora del mundo árabe en la opinión pública occidental, lo que favoreció a Israel. Solo días después del atentado en New York se intensificaron la represión a sangre y fuego y los asesinatos extrajudiciales de Israel contra la revuelta palestina.
En suma, diferentes procesos de paz y "hojas de ruta", cuyo costo en cesiones y entregas de soberanía fue asumida por Al-Fatah, fracasaron uno tras otro y mermaron el prestigio de dicho partido dentro de la comunidad palestina, sumado a escándalos de corrupción. La promesa de un Estado Palestino acabó desgastándose por las múltiples veces que fue invocada en un acto de hipocresía vil del gobierno de George W. Bush, usando esas expectativas para todo, incluso sacándolo del sombrero como una de las metas de la invasión de Irak el 2003.
La indiscutible derrota en las urnas de un Al-Fatah desgastado ante Hamas en Gaza se suma a una posición de jaque en Cisjordania ante la presente situación. No puede hacer nada, más que iniciar llamados a la tregua y ejercer de negociador. Ciertamente es lo que se espera de un actor racional, pero que se asfixia poco a poco encerrado entre la insanía de los yihadistas religiosos y la sangrienta estrategia israelí basada en un asedio lento y constrictor a las últimas esperanzas del Estado Palestino.
Es iluso creer que la invasión de Gaza llevará a la derrota de Hamas, salvo que se esté considerando cuotas de enorme devastación en una estrecha franja densamente poblada, dejando al final un territorio en ruinas y una población forzada a moverse al exilio, un escenario que no está precisamente fuera de la agenda de Israel.
Cada palestino muerto en este momento es un paso atrás para Al-Fatah y uno más lejos de algún proceso de paz, así como uno adelante para Hamas en la lucha de poder interna. En el supuesto que, a raíz de la situación actual, Hamas adquiera fuerza en Cisjordania como la tiene en Gaza , Israel tendría el pretexto para hacer allí lo mismo. Con la política israelí del gatillo fácil, gana Hamas, pierden los proyectos para la paz del más imaginativo de los negociadores y disminuyen aún más las esperanzas de un Estado Palestino viable: es una estrategia constante, con la que coinciden las principales fuerzas políticas más allá de la coyuntura de elecciones.
Al-Fatah es el gran perdedor de la coyuntura.
La muerte de su líder, Yasser Arafat, en el 2004 fue calificada en aquel entonces por Sharon y Bush como una "oportunidad para la paz": una cruel mentira que los últimos años ha quedado en evidencia.
Mientras Al-Fatah fue el actor fuerte tras el cual cerraban filas la mayoría de los palestinos, Israel intentó destruirlo y debilitarlo por todos los medios posibles, poniendo peros a mútiples iniciativas de paz, como el planteamiento posterior a los Acuerdos de Oslo donde se prohibía el regreso de 3,7 millones de refugiados palestinos a los hogares y aldeas de las cuales fueron expulsados o huyeron en esta larga guerra. Junto con la baza militar y diplomática para debilitar a Al-Fatah, Israel jugó la carta de la disensión interna, financiando y brindando apoyo a los principales rivales de Al-Fatah: Hamas.
En el proceso de negociación entre el gobierno de Ehud Barak y el de Arafat sobre el futuro de Jerusalén, en septiembre del 2000, la provocadora visita del entonces opositor Ariel Sharon a la mezquita de Al-Aqsa en Jersusalén, que tuvo como resultado 8 palestinos muertos, hizo estallar la Segunda Intifada. La represión israelí aprovechó para una política de fuego abierto contra la población civil y la ejecución extrajudicial de líderes del gobierno palestino, mientras que los palestinos de Hamas, Yihad Islámica y las Brigadas de Mártires del Al-Aqsa realizaron sangrientos atentados en lugares públicos.
El problema de la constitución del Estado Palestino adquirió un caracter urgente para solucionar la crisis, con el 11-S cambiaron las prioridades internacionales: se infló el terrorismo yihadista a una dimension artificial de peligro, y se creó una caricatura amenazadora del mundo árabe en la opinión pública occidental, lo que favoreció a Israel. Solo días después del atentado en New York se intensificaron la represión a sangre y fuego y los asesinatos extrajudiciales de Israel contra la revuelta palestina.
En suma, diferentes procesos de paz y "hojas de ruta", cuyo costo en cesiones y entregas de soberanía fue asumida por Al-Fatah, fracasaron uno tras otro y mermaron el prestigio de dicho partido dentro de la comunidad palestina, sumado a escándalos de corrupción. La promesa de un Estado Palestino acabó desgastándose por las múltiples veces que fue invocada en un acto de hipocresía vil del gobierno de George W. Bush, usando esas expectativas para todo, incluso sacándolo del sombrero como una de las metas de la invasión de Irak el 2003.
La indiscutible derrota en las urnas de un Al-Fatah desgastado ante Hamas en Gaza se suma a una posición de jaque en Cisjordania ante la presente situación. No puede hacer nada, más que iniciar llamados a la tregua y ejercer de negociador. Ciertamente es lo que se espera de un actor racional, pero que se asfixia poco a poco encerrado entre la insanía de los yihadistas religiosos y la sangrienta estrategia israelí basada en un asedio lento y constrictor a las últimas esperanzas del Estado Palestino.
1 comentario:
I'm writing from the United States. You and I barely knew each other in a visit I made at your place when we both lived in Lima. But from day one I knew you were pretty cool and the mutual friend we had reassured me on that. We attended the same college -I became a dropout later on- but I did know of your good nature when I was in the middle of a series of absurd attacks over the internet and you supported me without knowing me. I did not forget your message. I did not forget your nickname.
This is not spam. I am not a South African king requesting money in a random business venture. I am a true girl, I did attend Catholic University and our mutual friend is into liberal arts.
Did you guess my name already?
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