16.10.09

El día que extrañaremos a los EEUU - (II)

La unipolaridad norteamericana es la fuente de muchos de los últimos problemas internacionales. A veces perdemos la noción de la cantidad incomparable de poder político sobre el mundo que yace en los edificios de Washington D.C. Como un ejemplo simple están los conflictos en Irak y Afganistán, que nos han acompañado toda la presente década, originados cuando los "halcones" accedieron a los cuadros gobernantes en la única superpotencia.

A primera vista, la solución a este problema parece fácil: promover la multipolaridad y el equilibrio de fuerzas. La multipolaridad posee la ventaja comparativa de evitar que los vaivenes e intereses en un solo país marquen la pauta del comportamiento del resto. Pero el principal problema de la multipolaridad es que no es el reflejo de una vocación de las principales potencias por llegar a un equilibro. Nada más falso. Históricamente la multipolaridad es una situación donde varios poderes pugnan por ser hegemónicos, pero unos se anulan a otros, comunmente a través de la guerra o de amenazas de aniquilación. El ansia de primacía existe en cada gran aspirante: un mundo a su medida. Los EEUU lograron el objetivo hegemónico mundial en 1989. Eric Hobsbawn dice que en ese año terminó el s.XX, donde la humanidad conquistó cimas y abismos incomparables con ninguna otra época. El siglo XX, fue hasta 1945 un mundo multipolar y hasta 1989 uno bipolar, y vale la pena hacer un resumen rápido de éste.

La primera década del pasado siglo estuvo marcada por las amenazas constantes de guerra. Inglaterra aún peleaba con Rusia el dominio del Asia hasta que una nueva potencia, Japón, cambió el panorama humillando al extenso imperio zarista en la guerra de 1904-1905 y añadió un nuevo jugador importante en Extremo Oriente. En Europa, la Alemania guillermina asumía el papel de una potencia revisionista y aspiraba a arrebatarle a los ingleses su predominio marítimo, principalmente a través de un intenso plan de construcción de acorazados. De la misma manera como en la Guerra Fría los acuerdos de limitación armamentística giraban sobre lo nuclear, en los comienzos del s.XX lo fundamental era el tonelaje de las flotas de guerra y la cantidad y calidad de los gigantes de acero, erizados de cañones y blindados por aleaciones mejoradas cada año.

En la década siguiente estalló la Primera Guerra Mundial para definir quien predominaba en el mundo multipolar. Nadie ganó, y la paz de los años 20 fue precaria, llena de países descontentos. La década de los 30s fue la más nefasta del siglo, y terminó con la mayor conflagración de todos los tiempos, la destrucción del bloque fascista y el establecimiento de un orden bipolar. Desde los 50s hasta los 80s un extenso y raro período de paz estuvo basado en la amenaza de la mutua aniquilación nuclear. Las visiones del invierno atómico, ciudades reducidas a cenizas y un mundo contaminado por radiación centenaria nos asolaron y persiguieron en sueños.

Y entonces se desmoronó el Muro de Berlín, el Pacto de Varsovia y la URSS: llegaron los 90s. La invasión de Irak a Kuwait fue castigada con el consenso de todas las potencias importantes, mientras acuerdos de paz se firmaban en casi todo el orbe. Muchas guerras civiles y conflictos internos llegaron a su fin y, aunque no se puede olvidar el genocidio en Ruanda y Burundi, fue una década donde el mundo ya no era amenazado ni por una pesadilla totalitaria ni por el holocausto nuclear. Todos respiraron tranquilos y la palabra "globalización" se puso de moda.

Todo este proceso marcó el comienzo de la unipolaridad estadounidense. El mundo de los noventas fue, aunque una desilusión para quienes pusieron su fe en el marxismo y derivados, un momento de alivio y estabilidad que ahora parece lejano e incluso ingenuo, que motivaron hasta teorías como la del fin de la historia. Pero el optimismo no se basaba en algo intangible: el presidente Bill Clinton manejó brillantemente la gigantesca hegemonía norteamericana al acumular un enorme capital de prestigio internacional, solidez económica y soft power para su nación. Por esa misma razón el fracaso de su sucesor, George W. Bush, adquiere dimensiones terribles y lo convierte quizás, en el peor presidente de la historia estadounidense: el prestigio internacional se convirtió en oprobio, la solidez económica se esfumó junto con el soft power, la credibilidad e incluso muchas de las libertades fundacionales de los EEUU. Es por George W. Bush que la idea de un mundo unipolar bajo la hegemonía benigna de una gran superpotencia se convirtió en algo inaceptable para los demás países.

George W. Bush y Dick Cheney, la eminencia gris, encarnaron una mezcla de religiosidad anacrónica, arrogancia imperial, autosuficiencia injustificada e incluso ambiciones económicas particulares (como las de Cheney o Rumsfeld) a costa del poder acumulado que heredaron y de logros enormes como ganar el confrontamiento bipolar con la URSS sin una guerra. Cuando el mundo volvió su mirada al país líder de los noventas, encontraron una potencia manejada con insensatez. El mundo unipolar llegó a su cima más alta y gastó el combustible diplomático para un siglo americano en solo ocho años.

El mundo unipolar norteamericano aún continúa, pero es una carrera cuesta abajo.

La historia del día que extrañaremos a los EEUU continuará en un siguiente post.

(prometo no dejar olvidado tanto tiempo el blog. Aseguro que Océano de Mercurio tiene los tanques llenos de dilithium y el regreso es con furia. Agarrensen.)

2 comentarios:

Edgar dijo...

Que bueno que hayas regresado, amigo. Una consulta nomás.

Mencionas el soft power de Clinton, pero siempre he tenido la percepción que justamente el poder de los "halcones" se empieza a forjar en su Gobierno y específicamente en un lugar: La guerra contra Serbia y Montenegro.

Todavía recuerdo las voces discrepantes respecto a esta acción militar, que si bien no llegó al punto de lo que vimos en Irak, si dejo la sensación que EEUU, amparándose en "sus" verdades podía entrar impuenemente en cualquier país del mundo y declararle una guerra... algo de lo cual vimos en forma más clara en Irak unos añitos después.

Saludos

Fabber dijo...

Eso fue una demostración del poder de la potencia unipolar. No ocupó un país, pero ejerció su poder sobre él. En realidad fue algo injusto con los serbios, pero que se llevó a cabo para demostrar el nuevo alcance de la OTAN y por un juego hábil de Alemania en la ex-Yugoslavia, transformándola en parte de su esfera de influencia e involucrando a los EEUU cuando las papas comenzaron a quemar para los europeos.

Las potencias unipolares cometen esos actos arbitrarios, pero son un reflejo de su peso. En pocas palabras, son tan poderosos que a veces, por el hecho de existir su poder se manifiesta en alguna parte y de manera medida. Pero lo sucedido en Irak traspasó todo y se convirtió en una conquista imperial en el otro lado del mundo, con pretextos tan mentirosos como cuando Hitler invadio Polonia arguyendo "un ataque polaco". Los EEUU pasaron de ser una potencia realista que ejerce su poder de manera medida, a una de autoritarismo y arrogancia desbordada. El principio del fin

¡Un abrazo!