11.7.07

El Día de la Izquierda Peruana

Fácil. Extrema. Posera. Insensata. Hoy es el día de las consecuencias del criterio de la izquierda peruana. Lo digo con dificultad porque me considero un poco más cercano a la izquierda que a la derecha, pero nuestra izquierda nacional (y continental, dicho sea de paso) es por lo general de posiciones absurdas, impráctica, gritona, y de doble rasero. Atrasada, inconsecuente, melancólica de lo 60s, filochavista en muchos casos, autoritaria cuando le conviene, libertaria cuando se meten con sus protegidos, y lo peor, sin ningún planteamiento claro. Es nebulosa para construír pero rápida y concisa para juzgar a sus oponentes.

Dentro de su desarrollo nacional, Sendero Luminoso y el MRTA la hizo entrar en una crisis de identidad, y su tendencia a la atomización y a los "ísmos" destruyó la propuesta de la IU de Alfonso Barrantes, el más grande, noble y aún no suficientemente valorado político de izquierda de la última mitad del s.XX. Cuando cayó el Muro de Berlín, la izquierda peruana ya estaba en descomposición, confundida y con una gangrena imparable. Perdió piernas y perdió manos, y se consiguió garfios y patas de palo para seguir caminando gracias a la ayuda internacional canalizada en una serie de ONGs. Ojo, no generalizo, hablo de las ONGs de D.D.H.H. en específico, fachada de reciclaje y oportunismo político de muchos de los peores especímenes de la izquierda, que por su culpa han echado abajo el noble concepto de los D.D.H.H. al utilizarlo con fines cortoplacistas y doctrinarios.

En las últimas elecciones en el 2006 pudimos ver las dos vertientes en que se podía distinguir las propuestas de izquierda. Según una ya popular distinción nacida dentro de la derecha, y que a la izquierda hasta ahora no le gusta a pesar de lo práctico de su uso, se pueden clasificar a grosso modo en izquierda "caviar" e izquierda "jurel" con algunos casos raros como excepciones. La izquierda caviar se refiere a los especímenes de clase acomodada que han reciclado su discurso marxista en formas asequibles a las nuevas épocas, cuyo estereotipo es de apoyar la lucha popular mientras gozan de exquisitos cocteles en los mejores eventos, y cuya opinión sobre los temas es un socialismo buenón y difuso pero sin ninguna propuesta estructurada. La jurel es aquella más cercana a las masas, pero más recalcitrante, panfletaria y problemática, que se basa en postulados anacrónicos, buscan hasta ahora una revolución que sacuda todo al mejor estilo bolchevique y que no dudan en defender autócratas como Fidel o Chávez, personajes que los caviares y su culto a la imagen de lo-que-debería y no de lo-que-es los obliga a manifestar su admiración solo en conversaciones privadas y no en muestras públicas. Caviar es nuestra simpática Susana Villarán, candidata carismática pero cuyo gobierno hubiera sido lo menos conveniente para el Perú actual, con un socialismo que solo tendría cabida en un país con presupuestos escandinavos. Jurel es nuestro confuso Ollanta Humala, que nació en una cuna filofascista pero que luego se acomodó como candidato de reinvindicaciones del otro lado del espectro político. Mucha de la izquierda peruana no tuvo ascos en apoyar a este personaje improvisado, sin un plan claro y que además adquirió fama por una campaña a nivel nacional donde flamearon las svásticas y los símbolos de reinvindicación étnica.

Al grano, las dos consecuencias de hoy gracias a la izquierda peruana:

Uno: El SUTEP, que no ha sido aún derrotado gracias a ese soterrado apoyo de la izquierda en muchas de sus filas, subsiste como una tara para lo que debería ser la principal meta nacional: la mejora de la educación. Las marchas que han convocado destuyen la infraestructura nacional, bloquean el Cuzco a unos días de haber estado en la mira del mundo con el mediático evento de las "7 Maravillas", toman y destrozan el aeropuerto de Juliaca, revientan el hotel de turistas de Ayacucho, y además envalentonan a otros dirigentes gremiales o regionales cuya única fortaleza política como líderes es saber convocar marchas.

Este es el momento preciso para que se imponga el principio de autoridad, como en todo Estado que aspira a tener un mínimo de orden. Pero muchos confunden autoridad con "represión", se activa un bichito hippie en un sector del cerebelo, y en un santiamén identifican que el sofocar las marchas que PARALIZAN Y EMPOBRECEN al país, es malo, que hay que dejar que la propiedad pública sea destrozada y que lo único que hace falta para detenerlos es diálogo. A quienes piensan así les doy una mala noticia, un baño de realidad cruda: los Estados poseen el monopolio de la violencia, si un Estado deja que un sector paralelo use la violencia simplemente entra en descomposición y se desligitima, dejando paso al desgobierno y en consecuencia al atraso característico de nuestros pueblos. Países como los nuestros, pobres y atrasados, tienen en el Estado, con todo y sus deficiencias, una de las pocas garantías de orden y de aspirar a un plan ordenado de progreso. Y el Perú esta vez no tiene un dictador o un personaje autócrata al mando, sino una autoridad legítimamente elegida.

Se debe dialogar, sí, pero no se puede ser tan iluso de pensar que se puede prescindir de llevar armada una mano. En cuestión de orden nacional sí funciona el principio del garrote y la zanahoria de Teddy Roossevelt. Si el Estado demuestra debilidad, sufriremos más desmanes. Se debe sentar a la mesa de diálogo una vez cesen muchas de las exageradas muestras de desorden y destrucción sin sentido. Me sería fácil decir otra cosa para parecer buenito y angelical y políticamente correcto, pero creo que la miel y la verdad no son sinónimos.

Dos, tenemos el fallo a favor de Fujimori en primera instancia que lo pone a un pie de salvarse de la extradición. Este fracaso es culpa de la justicia peruana, porque este país está ENFERMO de falta de perspectivas y extremismos. Por un lado quienes defienden al indefendible Fujimori, y por el otro quienes lo consideran poco más que Hitler y a su caída creyeron que endilgándole 30 o 40 crímenes lo tenían rodeado. Sí, la izquierda de la que he hablado. Otro sería el resultado si se hubiera tenido un poco más de criterio para acusar a Fujimori en vez de caer en ese mote de requerirlo hasta por genocidio, recurso siempre usado por la izquierda extrema con sus oponentes y en el que cayeron incluso personas de criterio moderado.

Fujimori fue un presidente que amparó la corrupción y cometió atropellos contra el orden institucional. Ya por eso merecía ir a la cárcel. Pero la avalancha de crímenes que se le imputaban, donde entraba de todo sin ningún criterio porque cualquier cosa se le podía atribuír a Fujimori, finalmente resultó a su favor. Nos hubiéramos centrado en lo justo en vez de arrojarnos como locos furiosos y ya lo tendríamos tras las rejas.

Si Fujimori se escapa, no por Chile, no por Japón. Se escapa por culpa del Perú. Y mientras sigamos enfermos de extremismos, de reacciones viscerales contínuas, y de exaltaciones tercermundistas, seguiremos padeciendo más injusticias. Es hora que el criterio izquierdosón facilista y trovero se haga a un lado en este caso, quizá todavía no se nos escape. Veremos qué dice la Corte Suprema de Chile, porque razones para que Fujimori vaya a la cárcel, existen.

No, hoy no hay ilustraciones porque estoy de mal humor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lamentablemente, la izquierda peruana es despreciable, intrascendente, oportunista, decadente, pero esta hecha a la medida de la derecha peruana tambien, muchos de los cuales saltan en su interior de alegria por el salvamento al chinorata.

Anónimo dijo...

si, es un dia gris y oscuro

Anónimo dijo...

por ultimo, el gobierno tambien podria estar aliviado por todo esto, muy oportuno.