4.6.08

Luz Salgado, fin a 8 años de calvario judicial

Hace unas horas terminó un juicio sostenido solamente en una calumnia sobre receptación de dinero, contra mi madre, Luz Salgado Rubianes de Paredes, que comenzó hace 8 años, cuando con la caída del gobierno de Fujimori, las diversas fuerzas a las que se enfrentó se unieron para aprovecharse de las circunstancias, juntar agua con aceite en un mismo vaso y demoler a todos y cada uno de quienes colaboraron con el período fujimorista, no importaba que estuvieran convencidos de que hubieran cometido delito o no, porque a finales del 2000 y durante el 2001 y el 2002, ser fujimorista era un delito tipificado de facto en el Código Penal.

Mi madre, que fue una fundadora de Cambio 90 y que desde 1989 apoyó la gestión de Alberto Fujimori cuando lo identificó como una alternativa distinta a los políticos en ese entonces llamados "tradicionales" y como una salida al abismo ante el cual todos nos sentíamos empujados en los 80s, fue parte del gobierno y dentro de él ejerció una labor de crítica interna, de conocimiento por la oposición de aquel entonces que la usaban como un enlace con la parte dura del régimen, pero por la cual luego pagaría un alto precio: una acusación inventada y sin prueba alguna que sin embargo ha tomado 8 años para caer por su propio peso.

Quienes me conocen personalmente o conocen a mi familia y a mi madre, saben que no vivimos en ningún lujo, saben los problemas a los que nos enfrentamos y los valores en los que mis padres han sido formados y con los cuales nos han criado. Antes que el gobierno de Fujimori nos beneficie, dejó al taller de confecciones de mi padre en la quiebra, debido a los problemas con los ingresos de textiles chinos, a un robo que lo postró y a que mis padres acordaron que el taller no iba a aceptar un solo encargo del gobierno, para que nadie nos acuse de algún mal aprovechamiento del poder.

Mi padre y mi madre siempre nos enseñaron que hay que ser honestos por encima de todo, y que la función de un político era la de servir a los demás y no servirse a sí mismo. Nos enseñaron que aquellos que nos decían "son bien lornas para no aprovecharse de donde están" eran los primeros de los que debíamos desconfiar, porque la tranquilidad del alma de hacer lo que uno cree que es correcto no se compra con dinero, sino que se gana el comportamiento limpio.

Cuando Vladimiro Montesinos acusa calumniosamente a mi madre de receptación de 20 mil dólares, lo hace no solo en venganza de su rival político interno y obstáculo para sus planes de un completo dominio de los núcleos fujimoristas, sino porque ella al estallar el escándalo del Kourivideo, insta a Fujimori en su propio despacho a no seguir con el régimen, apoya desde su puesto de Primera Vicepresidenta del Congreso y lideresa política la disolución del Parlamento del 2000 ( asunto crucial en la que parte de la bancada oficialista votó en contra), era ya parte de la Mesa de Diálogo con la OEA y finalmente vota junto a la oposición, la elección de Valentín Paniagua como presidente provisional, a quien llega a ponerle la banda el mismo año 2000.

En el proceso judicial que se abrió contra mi madre, Montesinos se contradijo y finalmente se desdijo en la acusación, y la otra "testigo", Matilde Pinchi Pinchi, admitió que su testimonio solo se basaba en conjeturas. Aún así, sin pruebas y sin testigos, el Poder Judicial dio el visto bueno para seguir con el proceso que duró 8 largos años. Parte de esa duración exageradísima originada por una calumnia tan básica, se debió a la iniciativa de Carlos Ferrero en la acusación congresal de juntar el caso de mi madre con el de los 15 acusados de transfuguismo, lo que llevó a una fatal ralentización de un proceso que quizá pudo resolverse de manera más expedita. A la par, ella que había sido elegida con 170 000 votos para el Congreso en el período 2001-2006, fue retirada de su cargo a los dos meses por una aberración legal sin precedentes, reconocida como tal incluso por parte de los antifujimoristas. La acción de amparo que ella presentó y que debía resolverse en cuestión de días, hasta el día de hoy, siete años después, ha sido ignorada de manera ilegal.

Mi madre ha admitido en público y en privado que tuvo errores políticos por los cuales ha pagado un precio muy alto, pero que también nunca había cometido delito alguno. Antes que el Poder Judicial tenga que probar su culpabilidad, ella tuvo que probar su inocencia. Lo hizo, aunque tuvo que aguantar un juicio innecesariamente dilatado por casi una década.

Cuando Fujimori renuncia, a mi madre le cae la lluvia pero ella no se mueve y enfrenta de pie el temporal. Muchos de sus amigos en la oposición se convierten en enemigos. Los medios más importantes se tornan en su contra y la tratan de paria, junto con adjetivos que me niego a reproducir, pero que algunos aún repiten como loros con lavado cerebral.

Su mayor orgullo como política en el Perú, junto con su labor social, su honestidad, resulta mancillada por Montesinos, Pinchi Pinchi y el aplauso (con presión judicial de por medio) del régimen toledista. A pesar de ello, la mayoría de la gente que la reconocía en la calle la felicitaba y le daba muestras de apoyo, al principio de manera discreta, a diferencia de ahora que es de manera más abierta. Las acusaciones calumniosas en su contra y la mezquindad con el trabajo y los logros de los 90s empujó a mi madre a identificarse más con el fujimorismo. Aunque no soy fujimorista y creo que serlo no es la mejor opción para ella, a la posición de mi madre no le faltan argumentos políticos:

No reconocer que en el período 1990-1995 el país dio un giro de timón de 180 grados únicamente queda para la miopía de un sector y que disminuirá conforme las pasiones se enfríen. Las victorias de aquella época forjaron hacia Fujimori una lealtad blindada en sus seguidores, lealtad que mi madre comparte hasta ahora, y que la llevaría a muchos aciertos pero también a cometer errores políticos, el más grave: creer en que la reelección de Fujimori era lo mejor para el país.

Considero que solo ver las victorias y depender de un caudillo hizo perder la perspectiva al equipo de gobierno. Pero era la consecuencia de ser parte de un régimen que hirió de muerte a varios behemoths que amenazaban destruir totalmente el Perú y que es una experiencia que no comparten ni Acción Popular, ni Alan García, ni Alejandro Toledo, y mucho menos Fernando Olivera, Javier Diez Canseco, Carlos Tapia y etcéteras. Ellos no marcaron la diferencia entre el abismo y la esperanza.

En efecto, a algunos no les conviene recordar aquel verdadero Ragnarok: un país que a la vez sufría una crisis económica titánica, peste de cólera por las malas condiciones sanitarias en que quedó, aislado de la comunidad internacional, con reservas negativas, con la infraestructura destruída por el terrorismo, con la población viviendo en medio de la oscuridad y las explosiones, y con un Sendero Luminoso que declaraba la paridad estratégica para tomar por la fuerza el Estado y transformar el Perú en un segundo Camboya.

¿Creen que la lucha fue fácil? Díganselo a los fujimoristas que fueron asesinados por SL, algunos de los cuales conocí en persona y a quienes una CVR dominada por una izquierda minoritaria (sí, llamémosla caviar) que aprovechó el vacío de poder en el 2000, puso en un segundo plano por debajo de los mártires del APRA, IU y AP. Díganselo a mi familia, que sufrimos dos atentados terroristas, amenazas de muerte cada mes, intentos de secuestro frustrados de mi madre y uno de mis hermanos, reglajes de SL y hasta un alucinante plan del MRTA para tomar el Congreso y tener de rehén a mi madre entre otras personas (pregunten por los detalles a Lori Berenson).

Quienes lograron el vuelco de la situación de los 80s desconfiaron de otras alternativas que eran compuestas por muchos de los responsables de la debacle que ellos ayudaron a superar. Bajo esa lógica se mueven los fujimoristas, con un considerable apoyo popular, y muchos militantes fieles a su causa, entre ellos mi madre, que a pesar de ello ejerció una función de oposición crítica en las reuniones de la mayoría parlamentaria de los 90s, conocida como "plenitos". Después de ver el festín que se armó en el 2000 contra todo lo que fue fujimorista, la desconfianza hacia otras fuerzas se reforzó. El fujimorismo es una fuerza aún considerable y todavía mal analizada por los expertos, que usan aproximaciones teñidas con exceso de sezgo político (izquierdista sobre todo, en la profesión de las ciencias sociales).

Muchos inviernos han pasado entre el 2000 y el 2008. La casa de mis abuelos, que nos vieran llegar cabizbajos después de las acusaciones y el desafuero injusto del Congreso, nos recibe hoy con fiesta, sonrisas y buen alcohol, con ambos abuelos todavía lúcidos para ver a su hija reinvindicada, con mi padre emocionado y también cansado después de todo el soporte moral con el que ayudó a mi madre este tiempo aciago, mis hermanos compartiendo conmigo más bromas absurdas que de costumbre y con la familia y amigos que siempre fueron un atesorado apoyo.

8 años. Algo que tuvo que desestimarse en 8 días. Mi madre me ha pedido que no guarde rencor con los responsables, y lo cumpliré. Pero son 8 años de un juicio muy absurdo y una situación llena de tantas infames mentiras y tergiversaciones, que es imposible olvidar, muchas, muchas cosas.

5 comentarios:

Giancarlo dijo...

Qué bueno que tu madre haya sido reinvindicada en su inocencia a los cargos imputados.

No mencionaré aquí lo que pienso del tema político (que el tema se presta sin pestañear) y espero que nadie lo haga ya que, es por demás evidente, éste no es el momento de hacerlo.

Disfruta con tu familia este momento y, tal como ella, evita el odio y la venganza que ambos sólo traen más odio y más venganza.

¡Felicitaciones!

Unknown dijo...

Una excelente noticia luego de muchos años de lucha. Felicidades a tu mami!!!

Sir Iluvatar dijo...

Andres, quienes te apreciamos realmente no podemos sino compartir tu regocijo y celebrar, sobre todo, la tranquilidad que te da a ti y los tuyos este final tan dilatado como esperado. Un gran abrazo.

Axl Trauts dijo...

felicidades! recien leo este post, pero es bueno saber que lo peor ha pasado, y que se hizo justicia al fin.

Anónimo dijo...

Me alegro por tu madre. Y la entiendo. Yo también me siento un perseguido. Trabajo en Gestión Cultural y tengo que esconder mis preferencias políticas por trabajo.
Ser antifujimorista se convirtió en una moda a seguir, en otras palabras, el Perú vivió una democracia disfrazada.
El domingo contaran también el famoso voto oculto, del que soy parte.
Un abrazo a tu mamá