La pequeña nación que dispara misiles sobre un desconcertado Japón, hunde naves de guerra surcoreanas y amenaza nada menos que a los superpoderosos EEUU con borrarlos del mapa en caso de guerra, debuta hoy en el Mundial de Sudáfrica 2010. No hace falta decir que será un pecado perderse el partido de Corea del Norte contra Brasil.
Corea del Norte es una selección tan llena de sorpresas como su política internacional. En Inglaterra 66, el último mundial donde participaron, eliminaron a una selección italiana llena de estrellas. Al llegar a cuartos de final, no se les ocurrió mejor pasatiempo que bombardear en los 27 minutos iniciales con un 3-0 a la mejor selección que Portugal ofreció en su historia, y que sólo se salvó por la presencia mesiánica de Eusebio, quien logró voltear el marcador dejándolo en un 5-3. De la actual selección norcoreana, se sabe que tiene tres jugadores en la liga profesional japonesa, que otros siete de sus jugadores son miembros del ejército y que, como a ningún hincha se le autoriza salir del paraíso proletario, buscan chinos-africanos que le toquen la vuvuzela. Poco más se conoce, pues la selección guarda un hermetismo congénito al totalitarismo orwelliano de ese verdadero villano de cómic setentero que es Kim Jong Il. Y si son capaces de amenazar a la arrogante superpotencia militar de nuestros tiempos con el horror nuclear, pueden sorprender a la no menos arrogante superpotencia futbolística, con secuelas radiactivas para la torcida. O quizá solo hacer el ridículo. Todo es posible.
Y aunque para estar a la altura del 90% de los comentaristas profesionales solo basta llenar unos cuantos álbumes de Panini, jugar al Winning y unos shots de wikipedia, no es mi intención hacer aquí pronósticos futbolísticos, sino dejar constancia de como la diplomacia del fútbol es uno de los pocos canales de comunicación de Norcorea con el mundo. Salvo por sus lazos con China, Corea del Norte se encuentra en una verdadera cuarentena internacional, agudizada por un verdadero autismo diplomático. Y sus comunicaciones oficiales no ayudan. Los de Pyonyang usan la amenaza de una guerra a toda escala con la frecuencia y regularidad de un ciclo menstrual.
Esta nación cuyos dirigentes están dispuestos, teóricamente, a un conflicto que convertiría a Corea del Sur de península en isla (sensei Farid Kahhat dixit) es la que va a Sudáfrica en plena escalada de amenazas bélicas. A mostrar una faceta que siempre está lejos de nuestras pantallas y nuestros Google Readers. Más allá de la Corea bizarra, la Corea de la hambruna, la Corea que demuestra que el comunismo suele ser un buen combustible para la peor de las pesadillas, la Corea sin voz, con las cuerdas vocales destrozadas por una despiadada cirugía totalitaria, queda todavía un pueblo de 24 millones de habitantes. Lo que no puede hacer la ONU, lo puede hacer la FIFA: acercar un poco más al resto del globo incluso a la nación con el gobierno más demente. Y puede lograr cosas como que yo apoye a los norcoreanos contra mis vecinos brasileños, sobrados de fiestas y victorias futbolísticas, con la remota pero no imposible esperanza de un poco más de alegría genuina en el último bastión del estalinismo.
Los norcoreanos se preparan desde hace medio siglo para una inminente guerra total que nunca llega pero que aún existe en el papel, pues legalmente el conflicto que asoló la península en los 50s solo está en pausa con un armisticio. En este Mundial en vez de mirar al resto del mundo aterrorizados y paranoicos desde una trinchera, pueden hacerlo de otra manera. Y también el resto del mundo con ellos. Corea del Norte por unas semanas no tendrá la cara de Kim Jong Il o de algún otro loco jerarca militar, sino de once jugadores a los que, si quieres, puedes animarlos desde tu rincón del mundo.
Corea del Norte es una selección tan llena de sorpresas como su política internacional. En Inglaterra 66, el último mundial donde participaron, eliminaron a una selección italiana llena de estrellas. Al llegar a cuartos de final, no se les ocurrió mejor pasatiempo que bombardear en los 27 minutos iniciales con un 3-0 a la mejor selección que Portugal ofreció en su historia, y que sólo se salvó por la presencia mesiánica de Eusebio, quien logró voltear el marcador dejándolo en un 5-3. De la actual selección norcoreana, se sabe que tiene tres jugadores en la liga profesional japonesa, que otros siete de sus jugadores son miembros del ejército y que, como a ningún hincha se le autoriza salir del paraíso proletario, buscan chinos-africanos que le toquen la vuvuzela. Poco más se conoce, pues la selección guarda un hermetismo congénito al totalitarismo orwelliano de ese verdadero villano de cómic setentero que es Kim Jong Il. Y si son capaces de amenazar a la arrogante superpotencia militar de nuestros tiempos con el horror nuclear, pueden sorprender a la no menos arrogante superpotencia futbolística, con secuelas radiactivas para la torcida. O quizá solo hacer el ridículo. Todo es posible.
Y aunque para estar a la altura del 90% de los comentaristas profesionales solo basta llenar unos cuantos álbumes de Panini, jugar al Winning y unos shots de wikipedia, no es mi intención hacer aquí pronósticos futbolísticos, sino dejar constancia de como la diplomacia del fútbol es uno de los pocos canales de comunicación de Norcorea con el mundo. Salvo por sus lazos con China, Corea del Norte se encuentra en una verdadera cuarentena internacional, agudizada por un verdadero autismo diplomático. Y sus comunicaciones oficiales no ayudan. Los de Pyonyang usan la amenaza de una guerra a toda escala con la frecuencia y regularidad de un ciclo menstrual.
Esta nación cuyos dirigentes están dispuestos, teóricamente, a un conflicto que convertiría a Corea del Sur de península en isla (sensei Farid Kahhat dixit) es la que va a Sudáfrica en plena escalada de amenazas bélicas. A mostrar una faceta que siempre está lejos de nuestras pantallas y nuestros Google Readers. Más allá de la Corea bizarra, la Corea de la hambruna, la Corea que demuestra que el comunismo suele ser un buen combustible para la peor de las pesadillas, la Corea sin voz, con las cuerdas vocales destrozadas por una despiadada cirugía totalitaria, queda todavía un pueblo de 24 millones de habitantes. Lo que no puede hacer la ONU, lo puede hacer la FIFA: acercar un poco más al resto del globo incluso a la nación con el gobierno más demente. Y puede lograr cosas como que yo apoye a los norcoreanos contra mis vecinos brasileños, sobrados de fiestas y victorias futbolísticas, con la remota pero no imposible esperanza de un poco más de alegría genuina en el último bastión del estalinismo.
Los norcoreanos se preparan desde hace medio siglo para una inminente guerra total que nunca llega pero que aún existe en el papel, pues legalmente el conflicto que asoló la península en los 50s solo está en pausa con un armisticio. En este Mundial en vez de mirar al resto del mundo aterrorizados y paranoicos desde una trinchera, pueden hacerlo de otra manera. Y también el resto del mundo con ellos. Corea del Norte por unas semanas no tendrá la cara de Kim Jong Il o de algún otro loco jerarca militar, sino de once jugadores a los que, si quieres, puedes animarlos desde tu rincón del mundo.
DATO. Un soñado duelo Corea del Norte-Corea del Sur o uno incluso más fantástico de Corea del Norte - EEUU, según el fixture solo podría llevarse a cabo en la semifinal. Envidio a mi otro yo que podrá verlo en alguna realidad alterna.
2 comentarios:
Tío... Buscamos a Walter Bishop y nos vamos a verlo a la realidad alternativa. Yo quiero que Korea del Norte golee a USA, carajo!!!
Pd: Lo siento por Rivers Cuomo pero, entre esos dos, le voy a Corea.
Realmente oportuno el artículo jejeje! Ayer casi sorprenden a la mísmisima Brasil! suerte del bueno de Maicon (una figura) que marcó el gol.
Un abrazo!!!
pd: qué bueno lo del líder de comic jeje
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