7.1.15

El odio, el humor, Mahoma y los cerdos

El atroz atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo llega en uno de los peores momentos para la comunidad musulmana en Europa.  Solo pocos días atrás estallaba una compleja polémica en Francia por “Sumisión”, novela de política-ficción de Michael Houllebecq sobre la victoria electoral de un presidente musulmán en el país galo. En Alemania el movimiento Pegida, cuya bandera es una islamofobia mal maquillada, gana adeptos mes a mes. En Grecia, los neonazis y xenófobos partidarios de “Amanecer Dorado” han llegado a ser 1 de cada de 10 electores. En el resto de Europa, el panorama es similar: los radicalismos ultranacionalistas, que tienen en su lista de prioridades aislar y expulsar a los inmigrantes árabes y turcos, no hacen más que crecer.

Se ha dicho que el atentado de los radicales islamistas es contraproducente respecto a sus objetivos, que les hace más mal que bien, pero discrepo con mucho pesar. Parte de la materia prima de fenómenos extremistas como Estado Islámico o Al Qaeda es justamente la población musulmana segregada y aislada en Europa. Es fácil sembrar odio hacia ellos a través de acciones infames, como la realizada contra los valientes humoristas parisinos. La reacción masiva previsible es el aumento del aislamiento y estigmatización general de la comunidad musulmana en Europa, que es moderada en su inmensa mayoría. En consecuencia, aumentará el caldo de cultivo de una juventud marginada social y culturalmente,  que a su vez buscará refugio en las interpretaciones más viscerales y rabiosas de su identidad. Y es allí donde el fanático religioso la estará esperando con los brazos abiertos.

Es necesario cortar el circuito de retroalimentación del odio, pero bajo una mirada realista de las actuales circunstancias y a corto o mediano plazo, será una tarea muy difícil. Las siguientes elecciones en distintos países europeos nos mostrarán una tendencia donde muy probablemente los extremos de derecha (y por otras causas, de izquierda) aumenten su caudal de voto ante la decepción de los caminos llevados por la moderación y la tolerancia. La promesa de bienestar y multiculturalidad se aleja en tándem de su cuna europea.

Sería ideal limpiarse el saco con desdén después de un golpe duro, sacudirse el polvo y decir que no dolió. Pero esto sí ha dolido. En demasiados niveles ha sido un gancho al hígado certero. Como argumenta Farid Kahhat, por las características de la masacre, con mucha certeza parece ser obra de un grupo organizado antes que de “lobos solitarios”. Esta organización eficiente del terror, la intolerancia y el odio no debe ser subestimada. No solo nos ha arrebatado a un puñado de corajudos y bienhumorados artistas sino que a la vez ha plantado la semilla de la xenofobia en corazones más allá de Europa. No descuidemos a ese polizonte maligno sembrado con premeditación. Si el odio es su combustible ¿qué mejor forma de cultivarlo que asesinando a quienes practican el humor más atrevido?

La única respuesta ante esta maniobra es saber separar al puñado de extremistas del grupo humano del que provienen y evitar la estigmatización de colectivos en todos los frentes. De otra manera, los violentos y dementes habrán ganado terreno en nuestros corazones.

Y junto con el llamado a cultivar y difundir el humor más blasfemo como contraataque, nos queda provisionalmente un consuelo: saber que cuando un fanático religioso cree hacer “justicia divina” por sus propias manos, es porque en el fondo sabe que su divinidad es inútil por sí misma para bajar y hacerlo.  



Traducción:
“Sobre el escandaloso rodaje del film sobre Mahoma
-          - ¿Estás seguro que Mahoma permitía tener sexo con la cabeza de un cerdo?
-          - Es que no nos alcanzó el presupuesto para una puta.”