
No se pueden jamás esperar dulces frutos, cuando la raíz se alimenta de una tierra muerta.
Estamos mal, muy mal, cuando la frase "estabilidad laboral" tiene una connotación negativa y "despido arbitrario" una connotación positiva.
Fue solo cuestión que el Parlamento tocara el tema para que no solo saltaran las voces de siempre, Aldito Mariátegui y los economistas "Chicago Boys Wannabe", sino también el mismo editor de "El Comercio", Alejandro Miró Quesada, quien publicó su condena a cualquier intento de cambiar la situación actual llevando su editorial a primera plana. Y Alan García, con el complejo que le dejó su desastre populista en el 85-90, cree que la única forma de redimirse es quedando bien con esos señores que chillan como locas apenas ven que sus empleados quieren recuperar una fracción de los derechos que se les han sustraído.
Nos dicen que cualquier modificación de las leyes que hacen precarios nuestros derechos en las empresas donde laboramos "es volver a los 70's". Maximalizan las posiciones, creyendo que nos tragamos el cuento de una única realidad viable, en la que el despido arbitrario es necesario. Por no volver a los 70's retrocedemos más aún, hasta el siglo XIX, y vivimos en una situación laboral protoindustrial a la que faltan Dickens para retratarla.
Nos dicen que el que los patrones despojen a sus empleados de derechos es necesario para "no espantar a los inversionistas" y que haya más trabajo. Con esa lógica si queremos ser un país exitoso tenemos que retroceder cada vez más hacia estamentos de servidumbre, y deshacernos de cualquier reinvindicación o derecho. Todo para el éxito de nuestra economía, que ahora es SU economía. Por ello, el peón debe ser comido para salvar al rey, dentro de su visión ajedrecística de la justicia. Claro que quienes plantean esto curiosamente son aquellos que gozan sus posiciones encumbradas en lo alto de la pirámide económica, reunidos en cócteles y foros empresariales, extrañándose el porqué en medio de tantos éxitos del sistema, aumenta la cantidad de "electarados" que desconfían de su forma de pensar.
Nos ponen al borde del abismo. No me extrañará que a este paso en el 2011 la segunda vuelta sea entre OllantaHumala y Víctor Polay. Creen que el pueblo no merece más medicina que el purgante neoliberal, ideal para salir de crisis pero que no es para nada una forma viable y humana de organización económica. Es creer que como comer un laxante me hizo bien a los intestinos, el laxante debe ser mi único menú. La carne, la leche y las frutas son una reliquia del pasado, lujos populistas, así que ¡laxante para todos, señores!
Putos plutócratas. Nos ha tocado nacer en su momento de gloria, cuando no solo tienen el poder económico que siempre gozaron, sino que plantean una única forma en la que vivir. Cuando son ellos los que no solo manejan las altas esferas de la riqueza, sino que también comienzan a manejar las altas esferas de creación de pensamiento político.
Ellos encumbrados naturalmente sobre nuestras espaldas, nos dicen que ese es el orden justo de vida. Nuestra esperanza se diluye más, cuando los personajes directamente opuestos resultan ser como el incoherente Evo Morales, o ridículos y odiosos fantoches autoritarios, como el megalómano Hugo Chávez.
Que el destino me permita vivir para ver la caída de la plutocracia. Que me permita colaborar para que ello suceda y construír una realidad justa y viable.