La proporcionalidad es un principio capital del derecho internacional, y está basado en que cualquier acto de agresión debe tener una respuesta proporcional a éste. Como vemos no es el caso de la matanza que se está viviendo en un lugar del mundo ya de por sí trágico: la franja de Gaza. Un inefectivo ataque con cohetes caseros por parte de Hamas ha sido respondido con un bombardeo contra la población al más puro estilo de la II Guerra Mundial, pero con armas del siglo XXI.
Esto es un déja vù al estilo israelí. Se repite el escenario trágico para la población civil que hace poco lo vimos en el Líbano, con manzanas enteras de Beirut arrasadas por la aviación de un estado con el componente religioso casi tan importante en la política como en Irán, con la diferencia que Irán nunca ha cometido un acto de agresión contra sus vecinos e Israel invade, ocupa, mata y bombardea otro país o una región fuera de su jurisdicción prácticamente todos los años. A la postre, Israel posee armas nucleares y otros juguetes de destrucción masiva hace décadas sin pasar ninguna de las amenazas que se ciernen sobre Irán, que aún ni las tiene.
Gaza está ubicada en la Autonomía Palestina, que no es un estado independiente ni una provincia de Israel, simplemente un lugar donde se aglomeran los palestinos es condiciones miserables para que los israelíes puedan arrojarles fuego cada vez que les place, y así mantener un estado de furia y hostilidad totalmente entendible por parte de los palestinos. ¿Quién puede hablar de resistencia pacífica en esas condiciones? Si quedaba algún Gandhi en la Gaza acosada por Israel, hace tiempo voló por los aires en algún ataque israelí.
Contrariamente a los objetivos señalados públicamente por Israel, este ataque no hace más que fortalecer a la facción extremista palestina de Hamas y debilitar a la ya enclenque Fatah, la alternativa laica con la que se puede negociar una salida integral al problema.
Pero no parece ser una contradicción, sino un acto consciente y que busca justamente eso.
La política de Israel con respecto a los territorios palestinos que ellos ocupan ilegalmente (hay otros ocupados legalmente y, bueno, eso ya es caso cerrado) tiende, especialmente desde la trágica muerte del gran Isaac Rabin por un extremista judío, a dinamitar cualquier acto de negociación y cualquier perspectiva de salida pacífica con la política del "garrote y más garrote sin zanahoria". Más allá de un par de gestos simbólicos (algunos enclaves ultraortodoxos desarmados en el corazón de Cisjordania, o soltar presos políticos) se alimenta sentimientos cada vez más sostenidos y ardientes de odio por parte de una población humillada, víctima de un apartheid religioso, ocupada por una fuerza militar ajena a sus deseos, desarraigada y que ve morir a sus niños y mujeres en plena acera por aviones que no alcanzan a detener las piedras o los cohetes caseros.
Veo las escenas de ayer y de hoy en Gaza y este territorio adquiere una enorme semejanza con el ghetto de Varsovia: ocupados por un ejército invasor, sin fuerzas armadas propias ni la posibilidad de ayuda militar de cualquier país para responder una agresión, cercados, con el agua cortada desde el exterior, hacinados y juntos en un lugar concreto donde el enemigo puede disparar impunemente y asegurarse que siempre habrá un sustancioso "daño colateral" en sus ataques.
Recuerdo que el fin del ghetto de Varsovia se debió a una última rebelión contra los nazis en una lucha suicida y sin posibilidad de victoria, alimentada por la desesperación y la negación a la vida inhumana llevada en sus confines. Los nazis encontraron la excusa perfecta, bombardearon y masacraron a todos en otro ejemplo perfecto de respuesta desproporcionada.
Algún día haremos monumentos, memoriales, museos y días de luto mundiales por los palestinos caídos en décadas de ocupación extranjera y martirio. Pero ahora no. Como 1940 para los judíos europeos, ésta época se ve oscura y solo llena de malos presagios para el pueblo palestino.
Y vía Global Voices, la única mirada bloguera angloparlante de un poblador en el centro del conflicto: GAZA TODAY
Esto es un déja vù al estilo israelí. Se repite el escenario trágico para la población civil que hace poco lo vimos en el Líbano, con manzanas enteras de Beirut arrasadas por la aviación de un estado con el componente religioso casi tan importante en la política como en Irán, con la diferencia que Irán nunca ha cometido un acto de agresión contra sus vecinos e Israel invade, ocupa, mata y bombardea otro país o una región fuera de su jurisdicción prácticamente todos los años. A la postre, Israel posee armas nucleares y otros juguetes de destrucción masiva hace décadas sin pasar ninguna de las amenazas que se ciernen sobre Irán, que aún ni las tiene.
Gaza está ubicada en la Autonomía Palestina, que no es un estado independiente ni una provincia de Israel, simplemente un lugar donde se aglomeran los palestinos es condiciones miserables para que los israelíes puedan arrojarles fuego cada vez que les place, y así mantener un estado de furia y hostilidad totalmente entendible por parte de los palestinos. ¿Quién puede hablar de resistencia pacífica en esas condiciones? Si quedaba algún Gandhi en la Gaza acosada por Israel, hace tiempo voló por los aires en algún ataque israelí.
Contrariamente a los objetivos señalados públicamente por Israel, este ataque no hace más que fortalecer a la facción extremista palestina de Hamas y debilitar a la ya enclenque Fatah, la alternativa laica con la que se puede negociar una salida integral al problema.
Pero no parece ser una contradicción, sino un acto consciente y que busca justamente eso.
La política de Israel con respecto a los territorios palestinos que ellos ocupan ilegalmente (hay otros ocupados legalmente y, bueno, eso ya es caso cerrado) tiende, especialmente desde la trágica muerte del gran Isaac Rabin por un extremista judío, a dinamitar cualquier acto de negociación y cualquier perspectiva de salida pacífica con la política del "garrote y más garrote sin zanahoria". Más allá de un par de gestos simbólicos (algunos enclaves ultraortodoxos desarmados en el corazón de Cisjordania, o soltar presos políticos) se alimenta sentimientos cada vez más sostenidos y ardientes de odio por parte de una población humillada, víctima de un apartheid religioso, ocupada por una fuerza militar ajena a sus deseos, desarraigada y que ve morir a sus niños y mujeres en plena acera por aviones que no alcanzan a detener las piedras o los cohetes caseros.
Veo las escenas de ayer y de hoy en Gaza y este territorio adquiere una enorme semejanza con el ghetto de Varsovia: ocupados por un ejército invasor, sin fuerzas armadas propias ni la posibilidad de ayuda militar de cualquier país para responder una agresión, cercados, con el agua cortada desde el exterior, hacinados y juntos en un lugar concreto donde el enemigo puede disparar impunemente y asegurarse que siempre habrá un sustancioso "daño colateral" en sus ataques.
Recuerdo que el fin del ghetto de Varsovia se debió a una última rebelión contra los nazis en una lucha suicida y sin posibilidad de victoria, alimentada por la desesperación y la negación a la vida inhumana llevada en sus confines. Los nazis encontraron la excusa perfecta, bombardearon y masacraron a todos en otro ejemplo perfecto de respuesta desproporcionada.
Algún día haremos monumentos, memoriales, museos y días de luto mundiales por los palestinos caídos en décadas de ocupación extranjera y martirio. Pero ahora no. Como 1940 para los judíos europeos, ésta época se ve oscura y solo llena de malos presagios para el pueblo palestino.
Y vía Global Voices, la única mirada bloguera angloparlante de un poblador en el centro del conflicto: GAZA TODAY