Como ciudadano de un futuro fallidamente imaginado 40 años después que el ser humano pisara la Luna, no he vuelto a ver el pie del homo sapiens sobre otro cuerpo celeste, y ni siquiera volver al que alcanzó alguna vez.
Mis padres, al ver las imágenes del alunizaje, posiblemente imaginaron a su hijo navegando por el espacio exterior en una astronave, pero nunca paseando por el ciberespacio a través de una laptop, conectada sin hilos a una telaraña mundial de inmediatez y caos. La curiosidad por explorar el universo parece haber sido reemplazada por la curiosidad de explorar los universos de cada individuo, en una época donde las redes sociales cambian el concepto de privacidad como cualidad y convirtiendo la exposición de ésta en un factor para afirmar la existencia. Más allá aún, en las últimas dos décadas se nos han abierto las puertas de una biblioteca de dimensiones delirantes, tan enorme que harían falta diez mil vidas para conocer a fondo solo la ciencia y el arte que se produce en ella durante un solo año. La vastedad del conocimiento de nuestra especie se encuentra a nuestro alcance como nunca lo estuvo para los hombres más ricos y poderosos de cuando llegamos al satélite más cercano.
Nuestra curiosidad es infinita y, ante la oferta para saciarla, nuestra vida es más corta que nunca. La cercanía y la cantidad de información nos abruma y desconcierta, rindiendo nuestras fuerzas mentales ante la imposibilidad de aprehender todo.
Enfrentados a limes inesperados, el cosmos nos ha quedado más grande de lo que pensamos. Pero ¿han cambiado algo más que las fronteras a explorar y hemos tirado la toalla ante las distancias siderales?
Aunque actualmente contamos con ordenadores con una capacidad de procesamiento en crecimiento exponencial, la humanidad no ha vuelto a repetir la hazaña que se logró con un módulo espacial funcionando con una computadora de 64k de memoria. Marte es una meta que se pospone década a década y ni siquiera hemos vuelto a enviar emisarios fuera de nuestro sistema solar después de los Voyager y sus discos con mensajes grabados por la humanidad.
¿Cuándo será política, económica o socialmente rentable adentrarnos en paso más en la exploración espacial, como sucedió en esa época dorada de la exploración espacial entre 1958 y 1989?
¿Nuestra generación volverá a ver un hito de exploración que supere el del 20 de Julio de 1969?
¿Somos una generación sin Luna?