Atravesamos una época de fuego cruzado, tinta y bytes de opinión, sobre la sentencia de 25 años a Fujimori.
El razonamiento y el análisis del fenómeno del fujimorato se transforma más que nunca en tierra de nadie. Quienes transitan por allí se ven acusados de "caviares" o "geishas" de manera indistinta y reciben fuego graneado de ambos bandos.
Quienes quieren ver a Fujimori como un mártir, niegan o minimizan los claros y conocidos aspectos nefastos de su gobierno y legado.
A su vez, quienes quieren ven a Fujimori como el mayor enemigo de la nación, no dudan en su demonización y en el soslayamiento de hechos sin los cuales es imposible explicar qué Perú existía en 1990 y cuánto cambio de éste en el 2000. Así, en pos de un slogan "justiciero" se crean atajos para ahorrar sinapsis y sucumbe el análisis serio. Peor aún, quien asesina su perspectiva luego pasa a quejarse de no entender a un enorme sector de peruanos y resuelve su problema acusándolos de autocráticos, faltos de autoestima, y otros etcéteras.
Sobre las anteojeras del primer bando existe una sobreoferta de crítica en la blogósfera y la prensa. Sobre las de los segundos, un déficit y por lo tanto un punto a tratar.
Estas anteojeras obedecen a sus propias leyes:
Ley de la demonización: La madre de todas las demás es la demonización del enemigo como herramienta que facilita la flojera intelectual. No hay nada mejor para la conciencia maniqueísta y nada peor para el análisis que subestimar los logros de los que ha sido capaz el rival, así como atribuírle características de mal caricaturesco que a la larga son contraproducentes como argumento, como en el caso de Fujimori las supuestas torturas a su esposa o que se llevó lingotes de oro en el avión a Brunei, entre otras perlas que solo consigue mezclar papas con camotes.
Pensar que un autócrata y cómplice de Montesinos, que un personaje devorado por la enfermedad del poder también fue el responsable político de una mejora económica sustancial e innegable partiendo de un desastre económico, de una victoria sobre un movimiento terrorista como SL reduciéndolo a casi cero y a un costo en vidas visiblemente mucho menor que en los gobiernos más institucionales y democráticos, de la llegada del Estado a regiones rurales abandonadas por siglos, o de un tratado de paz definitivo con el endémico conflicto con Ecuador, pensar en eso puede ocasionar un corto circuito y para evitarlo se usa lo siguiente:
Ley del revisionismo histórico. Con esta óptica se reduce por ejemplo:
La complejidad de la derrota de SL a que Fujimori andaba de pesca mientras el GEIN capturaba a Abimael Guzmán, y que éste solo hecho bastó para derrotar al terrorismo.
La recuperación económica y viabilidad de país de 1990 al 2000 a una anécdota casi sin importancia, cuando no, la trágica victoria del neoliberalismo contra el sistema anteriormente imperante.
La infraestructura construída en el interior del país a mero populismo.
El tratado de paz con el Ecuador a la cesión mancilladora de un sagrado kilómetro cuadrado de nuestro territorio nacional.
Reducciones fáciles de convertirse en slogans, peligrosamente ideales para el autolavado de cerebro que deja un Fujimori listo para ser villano de caricatura antes que el responsable de un período histórico lleno de incómodas contradicciones.
Ley del wishful thinking. Que nace como reacción a las realidades incómodas.
Porque la historia del Perú tiene la desagradable costumbre de contradecir lo que nuestra formación académica occidental consideraría deseable.
Porque en el siglo XX los pocos gobiernos democráticos en Perú tuvieron un desempeño mediocre en el mejor de los casos y desastroso si nos referimos explícitamente al gobierno de Alan García entre el 85-90.
Porque los dos grandes pensadores peruanos del siglo que estudiamos desde la escuela, Haya y Mariátegui, fueron los inspiradores de los dos partidos que estelarizaron los peores capítulos de nuestro siglo XX: el APRA en ese carnaval surrealista de ineptitud y corrupción que fue el 85-90, y el PCP-SL, uno de los hijos en línea directa del PCP de Mariátegui.
Porque, he aquí al rinoceronte en la sala que nadie quisiera ver, los tres gobiernos responsables de las reformas más importantes del país en el siglo pasado estuvieron a cargo de dos autócratas, Leguía y Fujimori y, sobre todo, de un dictador militar de izquierda, Velasco Alvarado, quien, paradójicamente, tuvo que dar un golpe a un gobierno democráticamente elegido para liberar a un enorme sector de la población oprimida por siglos.
Es para lamentarse que las cosas no hayan salido de la manera que querríamos, que carezcamos de paradigmas democráticos de peso, pero no es motivo para negar lo sucedido. Es nuestro pasado: más vale aprender de él a pretender que no existió si no queremos ver aparecer otros autócratas en el futuro.
Igualmente, más vale estar prevenido y atenerse a los claroscuros del fujimorato antes que inventar un cuento de lo que hubiéramos querido que fuera. Porque del autoengaño nace el error. Y de nuestro próximo error nacerá un gobernante peor de lo que nos imaginamos.
¿Un análisis justo? ¿Para qué?
No se debe tener temor a la verdad y a poner los pies en la tierra, pues a pesar de reconocer sus logros, "la inocencia de Fujimori" seguirá siendo un oxímoron.
Aunque yo también piense que la sentencia sea cuestionable en muchos aspectos, en un balance final es provechoso para el país ver condenado severamente a un gobernante que ha incurrido en otras faltas graves. A la vez, nada lo exculpa de haber candidateado ignominiosamente al Senado japonés, de ser el responsable político de un innecesario grupo Colina, de ser cómplice y encubridor de Montesinos, de temer a su asesor con una cobardía que lo llevó a esa increíble renuncia por fax, o de haber vulnerado las instituciones creadas por su propia Constitución en pos de la reeelección.
Nada lo exculpa de ser un mal ejemplo en muchos sentidos, por lo que merece recibir un castigo público e histórico igualmente ejemplar, aunque llegue por una vía con baches.
Pero si esto viene acompañado de demonización, revisionismo histórico, o wishful thinking, no servirá de nada, no aprenderemos nada y repetiremos la historia. Será darle leña al fuego que queremos combatir, cuando lo que se necesita es un chorro de agua, de fría realidad.
Y perderemos la perspectiva que la democracia peruana necesita para no volver a ser interrumpida por autócratas con soluciones basadas en el abuso del poder.
BONUS BLOGOSFÉRICO
Un par de leyes menores:
Ley de Bush Jr. "O estás conmigo o contra mí". Todos los periodistas que cuestionen la sentencia son "geishas" y quienes cuestionan a Fujimori "caviares". Quienes manifiestan sus dudas sobre ella resultan criptofujimoristas con la misma lógica de la otra trinchera donde la sentencia del tribunal o la CVR es criptoterrorista. Todos así revelan "su naturaleza" y el mundo se divide cómodamente en dos.
Ley de Godwin o las comparaciones con Hitler y Abimael. De quienes desean trasponer la lógica con la que se juzgaron los crímenes nazis, o para quienes, secreta o abiertamente, entran en orgasmo con la idea de Fujimori en la misma celda del líder de SL.
El razonamiento y el análisis del fenómeno del fujimorato se transforma más que nunca en tierra de nadie. Quienes transitan por allí se ven acusados de "caviares" o "geishas" de manera indistinta y reciben fuego graneado de ambos bandos.
Quienes quieren ver a Fujimori como un mártir, niegan o minimizan los claros y conocidos aspectos nefastos de su gobierno y legado.
A su vez, quienes quieren ven a Fujimori como el mayor enemigo de la nación, no dudan en su demonización y en el soslayamiento de hechos sin los cuales es imposible explicar qué Perú existía en 1990 y cuánto cambio de éste en el 2000. Así, en pos de un slogan "justiciero" se crean atajos para ahorrar sinapsis y sucumbe el análisis serio. Peor aún, quien asesina su perspectiva luego pasa a quejarse de no entender a un enorme sector de peruanos y resuelve su problema acusándolos de autocráticos, faltos de autoestima, y otros etcéteras.
Sobre las anteojeras del primer bando existe una sobreoferta de crítica en la blogósfera y la prensa. Sobre las de los segundos, un déficit y por lo tanto un punto a tratar.
Estas anteojeras obedecen a sus propias leyes:
Ley de la demonización: La madre de todas las demás es la demonización del enemigo como herramienta que facilita la flojera intelectual. No hay nada mejor para la conciencia maniqueísta y nada peor para el análisis que subestimar los logros de los que ha sido capaz el rival, así como atribuírle características de mal caricaturesco que a la larga son contraproducentes como argumento, como en el caso de Fujimori las supuestas torturas a su esposa o que se llevó lingotes de oro en el avión a Brunei, entre otras perlas que solo consigue mezclar papas con camotes.
Pensar que un autócrata y cómplice de Montesinos, que un personaje devorado por la enfermedad del poder también fue el responsable político de una mejora económica sustancial e innegable partiendo de un desastre económico, de una victoria sobre un movimiento terrorista como SL reduciéndolo a casi cero y a un costo en vidas visiblemente mucho menor que en los gobiernos más institucionales y democráticos, de la llegada del Estado a regiones rurales abandonadas por siglos, o de un tratado de paz definitivo con el endémico conflicto con Ecuador, pensar en eso puede ocasionar un corto circuito y para evitarlo se usa lo siguiente:
Ley del revisionismo histórico. Con esta óptica se reduce por ejemplo:
La complejidad de la derrota de SL a que Fujimori andaba de pesca mientras el GEIN capturaba a Abimael Guzmán, y que éste solo hecho bastó para derrotar al terrorismo.
La recuperación económica y viabilidad de país de 1990 al 2000 a una anécdota casi sin importancia, cuando no, la trágica victoria del neoliberalismo contra el sistema anteriormente imperante.
La infraestructura construída en el interior del país a mero populismo.
El tratado de paz con el Ecuador a la cesión mancilladora de un sagrado kilómetro cuadrado de nuestro territorio nacional.
Reducciones fáciles de convertirse en slogans, peligrosamente ideales para el autolavado de cerebro que deja un Fujimori listo para ser villano de caricatura antes que el responsable de un período histórico lleno de incómodas contradicciones.
Ley del wishful thinking. Que nace como reacción a las realidades incómodas.
Porque la historia del Perú tiene la desagradable costumbre de contradecir lo que nuestra formación académica occidental consideraría deseable.
Porque en el siglo XX los pocos gobiernos democráticos en Perú tuvieron un desempeño mediocre en el mejor de los casos y desastroso si nos referimos explícitamente al gobierno de Alan García entre el 85-90.
Porque los dos grandes pensadores peruanos del siglo que estudiamos desde la escuela, Haya y Mariátegui, fueron los inspiradores de los dos partidos que estelarizaron los peores capítulos de nuestro siglo XX: el APRA en ese carnaval surrealista de ineptitud y corrupción que fue el 85-90, y el PCP-SL, uno de los hijos en línea directa del PCP de Mariátegui.
Porque, he aquí al rinoceronte en la sala que nadie quisiera ver, los tres gobiernos responsables de las reformas más importantes del país en el siglo pasado estuvieron a cargo de dos autócratas, Leguía y Fujimori y, sobre todo, de un dictador militar de izquierda, Velasco Alvarado, quien, paradójicamente, tuvo que dar un golpe a un gobierno democráticamente elegido para liberar a un enorme sector de la población oprimida por siglos.
Es para lamentarse que las cosas no hayan salido de la manera que querríamos, que carezcamos de paradigmas democráticos de peso, pero no es motivo para negar lo sucedido. Es nuestro pasado: más vale aprender de él a pretender que no existió si no queremos ver aparecer otros autócratas en el futuro.
Igualmente, más vale estar prevenido y atenerse a los claroscuros del fujimorato antes que inventar un cuento de lo que hubiéramos querido que fuera. Porque del autoengaño nace el error. Y de nuestro próximo error nacerá un gobernante peor de lo que nos imaginamos.
¿Un análisis justo? ¿Para qué?
No se debe tener temor a la verdad y a poner los pies en la tierra, pues a pesar de reconocer sus logros, "la inocencia de Fujimori" seguirá siendo un oxímoron.
Aunque yo también piense que la sentencia sea cuestionable en muchos aspectos, en un balance final es provechoso para el país ver condenado severamente a un gobernante que ha incurrido en otras faltas graves. A la vez, nada lo exculpa de haber candidateado ignominiosamente al Senado japonés, de ser el responsable político de un innecesario grupo Colina, de ser cómplice y encubridor de Montesinos, de temer a su asesor con una cobardía que lo llevó a esa increíble renuncia por fax, o de haber vulnerado las instituciones creadas por su propia Constitución en pos de la reeelección.
Nada lo exculpa de ser un mal ejemplo en muchos sentidos, por lo que merece recibir un castigo público e histórico igualmente ejemplar, aunque llegue por una vía con baches.
Pero si esto viene acompañado de demonización, revisionismo histórico, o wishful thinking, no servirá de nada, no aprenderemos nada y repetiremos la historia. Será darle leña al fuego que queremos combatir, cuando lo que se necesita es un chorro de agua, de fría realidad.
Y perderemos la perspectiva que la democracia peruana necesita para no volver a ser interrumpida por autócratas con soluciones basadas en el abuso del poder.
BONUS BLOGOSFÉRICO
Un par de leyes menores:
Ley de Bush Jr. "O estás conmigo o contra mí". Todos los periodistas que cuestionen la sentencia son "geishas" y quienes cuestionan a Fujimori "caviares". Quienes manifiestan sus dudas sobre ella resultan criptofujimoristas con la misma lógica de la otra trinchera donde la sentencia del tribunal o la CVR es criptoterrorista. Todos así revelan "su naturaleza" y el mundo se divide cómodamente en dos.
Ley de Godwin o las comparaciones con Hitler y Abimael. De quienes desean trasponer la lógica con la que se juzgaron los crímenes nazis, o para quienes, secreta o abiertamente, entran en orgasmo con la idea de Fujimori en la misma celda del líder de SL.