
Muchos recordarán aquella escena del "Señor de los Anillos" en que Gandalf se niega a recoger el anillo de poder con sus propias manos, Frodo le cuestiona sobre ello y el sabio mago le responde que el poder del anillo es muy seductor, que él lo usaría para hacer lo que cree que está bien pero al final lo torcería indefectiblemente hacia actos malignos. La tentación del autoritarismo, con sus bemoles en pro y en contra, fue lo que comenzó el 5 de Abril, con un desenlace distinto al de la película.
El 5 de Abril representó la ruptura del orden democrático y una demostración de la máxima acerca del poder absoluto que corrompe absolutamente, tarde o temprano. Cierto. Sobre ello pueden encontrar numerosos artículos que detallan correcta y verdaderamente las consecuencias nefastas derivadas, pero es mi deber también decir lo que creo que falta, sobre una moneda no tan en "blanco y negro", que muchos no se atreven a mirar porque pone en cuestión una concepción simple y cómoda de la historia o en todo caso la corrección política.
Falta decir:
- Que también es cierto que el sistema de orden a nivel estatal y jurídico, consagrado en la Constitución de 1979, no era funcional, había generado un estado insostenible y había agudizado el colapso de la infraestructura económica y el tejido social de la mano de los gobiernos de Belaúnde y García.
- Que es cierto además que el contexto del 5 de Abril no es como muchos recuerdan sesgadamente. No era un Estado exitoso, respirando aires democráticos, con un sistema en marcha y resguardando cada cosa consagrada por la leyes. Es más, era lo contrario. Viendo las imágenes de Raúl Ferrero o Felipe Osterling siendo mojados por el rochabús, o Ramírez del Villar bajo arresto domiciliario sin recordar QUÉ ESTABA PASANDO EN EL PERÚ DE 1992, puede dar la impresión, 15 desmemoriados años después, que lo que caía era una ilustre y próspera república de patricios democráticos y no un aparato de partidos políticos que colapsaba por sí mismo, autoaniquilándose sistemáticamente por años.
- Que el 5 de Abril fue un patadón autoritario, sí, pero bajo la amenaza del colapso total del Estado Peruano a manos de la fuerza desintegradora y asesina de Sendero Luminoso. Eran los años de terrorismo, que ahora algunos intentan llamar "años de violencia política", como si los bandos en conflicto fueran iguales. Eran días de incertidumbre acerca del destino mismo del Perú como Estado-Nación y la visión de un país dirigiéndose al abismo no era en ese entonces pesimista sino realista. Y como el terrorismo ya no es la amenaza de hace quince años, se comienza a ser benevolente con su recuerdo, de manera peligrosa se deja de poner uno en los zapatos de esa época. Las bombas dejan de sonar y la sangre inocente deja de correr por los noticieros, salvo si fue derramada por el Estado.
La democracia es el menos malo de los sistemas conocidos. Pero la democracia no es el valor último, no es una máxima moral, simplemente es la más justa y equilibrada de las formas de gobierno a la mano. Si el respeto formal a sus principios, nacidos en otro contexto cultural e idiosincrático y aún no bien adaptada a la realidad nacional, entra en contradicción con la misma supervivencia de los habitantes de un Estado y además con la destrucción misma de cualquier nuevo sistema democrático, creo que hay factores que plantean seriamente una duda y un replanteamiento. La amenaza a la vida y a la democracia misma se cernía encarnado sobre todo en el devastador proyecto senderista.
Y nuestro sistema estaba tan fuera de órbita que fue bajo esa década democrática (80-90) donde el Estado cobró más vidas inocentes y se agudizó el problema del terrorismo. No es sesgado decir que fue en el período de la derrota del terrorismo, bajo el fujimorato, que contra lo que se cree, hubo menos víctimas a la par que los grupos terroristas dejaban de ser una amenaza y eran combatidos de manera efectiva.
La historia hubiera tenido un final menos amargo si Fujimori hubiera desistido en 1995 de optar por la reelección y se hubiera apartado del poder. Nuestro recuerdo de ese período 90-95 sería otro y ese gesto hubiera cambiado la historia actual del país. Pero, ucronías aparte, no es ningún secreto que Alberto Fujimori no tenía la ética, la responsabilidad y la valentía suficiente como para dejar el mando cuando debió. Fujimori se quedó con el anillo tentador, lo usó en gran medida y luego acabo siendo él mismo parte de la putrefacción del poder autocrático.
¿Qué pasó el 5 de Abril? ¿Había otra forma? Es posible. Pero no es un dilema tan sencillo de resolver. Pónganse en los zapatos de esa época, y verán que el apoyo mayoritario de todas las clases sociales a esa medida no era fruto de los mentados sicosociales sino de un sentido común.
El período de Fujimori nos demostró que puede pasar cuando se deja el cheque en blanco a un régimen autoritario. Pero el período anterior a él nos demuestra también que pasa cuando se aplicaba el remedio de la Constitución del 78 y el viejo orden político. Ojalá jamás volvamos a estar en ese dilema.
Espero que nuestra actual democracia tenga las herramientas necesarias, basadas en la libertad de expresión, el equilibrio de poderes y los mecanismos de representación, para REINVENTARSE a ella misma y crear una versión adaptada a nuestra realidad social. Si no lo hace, viviremos otros Fujimoris y otros Velascos, que con la intención de solucionar problemas graves, crearon otros no menos perniciosos.
Nota mental: Pendiente un post sobre Velasco, el mejor y peor presidente del Perú del s.XX.